MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

El canónigo Doménico tenía voz chillona. Sus homilías eran largas: solían durar casi una hora, pues el predicador se aprovechaba de que tenía un público cautivo que se resignaba a oírlo con tal de no perder la misa. Todos, sin embargo, acababan por no escuchar sus peroratas, y se ponían a papar moscas o a dormitar. El vanidoso clérigo olvidaba el dicho según el cual "la mente capta lo que la nalga aguanta".

Cierto día le sucedió algo extraño. Estaba pronunciando con voz de vidrios rotos una de sus prolongadísimas monsergas cuando de pronto las palabras empezaron a materializarse. Los pocos sustantivos tomaron cuerpo, lo mismo que los innumerables adjetivos, artículos, verbos, adverbios, pronombres...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR