MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

El sábado que pasó encendí una luz pequeñita frente a la estampa de la Virgen del Carmen. Tal día, el 16 de julio, es su fiesta, y mi madre se llamó con ese hermoso nombre: Carmen, que evoca aromas de viña y de jardín.

Guardo entre mis cosas el escapulario color café de la Señora. Si poseyera la santa virtud de la humildad lo llevaría siempre, como escudo de protección contra el mayor enemigo que tengo: yo mismo.

Allá en aquellos años -todos los años acaban por ser aquellos años- las muchachas pedían un milagro, casi siempre de amor, supongo, y prometían que si se obraba aquel prodigio...

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