Miguel Reyes González / Lo que está en juego

AutorMiguel Reyes González

Hace seis años, no pocos estudiosos de la política mexicana advertían sobre la naturaleza que debía tener el gobierno que encabezaría Vicente Fox. En más de un foro académico, revista especializada, programa de análisis y artículo de opinión, se discutió la agenda fundamental del sexenio.

En general, la coincidencia era que el siguiente régimen tendría que ser de transición. Es decir, uno que sentara las bases para lograr las dos grandes aspiraciones históricas de México: el desarrollo económico y la plenitud democrática.

Las condiciones con las que Fox iniciaría su periodo eran inmejorables en casi todos los sentidos. A diferencia de sus antecesores inmediatos, el nuevo Mandatario no cargaría, de entrada, con la maldición de las crisis finisexenales.

La administración de Ernesto Zedillo dejó la economía nacional con números negros. El PIB creció en su último año 6.6 por ciento y la inflación se redujo a un dígito.

Sin embargo, ni la desigualdad ni la pobreza disminuyeron. Además, focos de alarma se empezaron a encender en el sector energético, principalmente en el petrolero, fuente esencial de los ingresos gubernamentales.

Diversas voces manifestaron la imperiosa necesidad de emprender reformas profundas en materia económica. Una de ellas tocaba al ámbito de la generación de energía.

La viabilidad de la principal empresa mexicana, Pemex, y el mejoramiento en las tarifas, servicio y cobertura de luz eléctrica, dependerían de esos cambios legales de fondo. De igual manera, una mayor captación de recursos y una más equitativa distribución de la riqueza se desprenderían de una adecuada política fiscal.

La esfera laboral también demandaba un cambio sustancial en su marco jurídico. Ello pondría al día las relaciones contractuales entre patrones y obreros. Al mismo tiempo, haría posible que el ingreso de éstos lo fijara el mercado y se ligara a la productividad. Además, empujaría la modernización de los sindicatos.

Con esta serie de reformas, llamadas estructurales, México podía aspirar a dejar de ser el eterno país en vías de desarrollo. Por fin veríamos claro nuestro futuro económico como nación.

En materia política, el mandato de Vicente Fox iniciaba con dos cualidades inmejorables. Surgía de un proceso electoral incuestionablemente democrático, a la vez que inauguraba una de las condiciones inherentes a este sistema: la alternancia.

La democracia había entrado, como debe ser, por la puerta electoral. Sin embargo, todavía faltaba que hiciera...

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