Miguel Reyes González / ¿Campañas limpias?

AutorMiguel Reyes González

¿Quién podrá creerles a Ivonne Álvarez y a Felipe de Jesús Cantú cuando dicen que se abstendrán de emprender una guerra sucia en su camino a la Gubernatura? Motivos sobran para pensar que no será así.

Luego de su confirmación como candidata del PRI, el domingo pasado, Álvarez afirmó que ofrecería una campaña limpia. Lo reiteró ayer en su registro formal ante la Comisión Estatal Electoral.

El mismo domingo y en términos muy similares, Cantú aseguró que su ruta hacia el Gobierno de Nuevo León la haría sin echar lodo a sus competidores. Al día siguiente el panista lo ratificó ante la CEE, cuando formalizó su candidatura.

Un mes atrás, convocados por la autoridad electoral, 11 de los 12 partidos con registro en el Estado firmaron un pacto de civilidad. Morena se abstuvo de suscribirlo, pero mencionó que atendería su contenido.

En dicho acuerdo, los institutos políticos se comprometieron a llevar a cabo un proceso comicial marcado por el respeto, donde se privilegiarían las propuestas y quedarían descartadas las injurias. Tal actitud se extendería hasta el espacio cibernético (redes sociales, portales de internet, correo electrónico y sitios de video, entre otros) y también a la telefonía fija y celular.

No es la primera vez que este organismo electoral hace un llamado así. En anteriores procesos ha procedido de la misma forma y el resultado ha sido similar.

Más pronto que tarde, a los partidos y a sus abanderados les ganará la comezón de criticar a sus contrincantes y sacar a la luz cuanto trapo sucio encuentren sobre éstos. Después de todo, el objetivo de cualquier elección es ganar y para ello hay que restarle puntos al oponente.

En México existe la tendencia a rechazar públicamente las llamadas campañas negras, conocidas también como "guerra sucia". Sin embargo, éstas forman parte de la estrategia electoral de democracias consolidadas, como la de Estados Unidos.

Las campañas negras van encaminadas a descalificar a los contrarios, bajo la premisa de que éstos se presentarán siempre ante los ciudadanos como seres perfectos. Tal como sucede con los productos comerciales, en ninguna parte de su propaganda los candidatos mostrarán sus defectos o los errores que hayan cometido o las mentiras en que hayan incurrido.

En este país, si nos guiáramos por lo que cada contendiente dice de sí o por cómo lo venden sus expertos en mercadotecnia electoral, no sabríamos por cuál superdotado decidir. Por ello, una forma en que los votantes podemos ubicar en la...

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