Miguel B. Treviño / Apostar por la ciudad

AutorMiguel B. Treviño

"Las montañas son altas y el emperador está lejos", hay sabiduría vigente detrás del adagio chino. La desmitificación sobre la capacidad de los gobiernos nacionales de resolver los problemas que más le afectan a la gente es central en la literatura política contemporánea.

En México, sin embargo, la clase política nacional y la opinión pública operamos desproporcionadamente volcados sobre los asuntos del imperio. Nos imaginamos un País en el que las decisiones que cuentan, las que ameritan dejar todos los asuntos públicos de lado por meses, son aquellas como la reforma fiscal que, en el mejor de los casos, recaudará un punto adicional del PIB.

Lo que a nivel global se ha aprendido en las últimas décadas es que las decisiones políticas tomadas desde la esfera nacional afectan cada vez menos al ciudadano de a pie. El municipio, la ciudad, la provincia o el estado son los ámbitos de la política donde cada vez se juega más.

A la hora de gobernar, la ciudad es más inteligente: opera con mapas más precisos de la realidad, las decisiones tienen un impacto más inmediato, las tuberías por las que se distribuyen recursos públicos son más cortas y menos enredadas, la rendición de cuentas es más directa, el mandante (ciudadano) tiene más cerca al mandatario (autoridad).

"Yo no escucho demasiado a Washington... pero Washington tiene que escucharme a mí", dice -con arrogancia, pero también con razón- el Alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg. Si uno le pregunta al neoyorquino común sobre cómo el gobierno le cambió -para bien o para mal- su calidad de vida, es más probable que voltee a ver a Giuliani y a Bloomberg que a Bush y a Obama.

Al bogotano promedio le importa bastante poco entender el pleito entre el Presidente Santos y el ex Presidente Uribe -qué quiere uno y qué quería el otro para Colombia- y sin embargo le cala en su calidad de vida asegurar un Alcalde para la Capital que dé continuidad a las gestiones de Mockus y Peñalosa.

Palermo no dejó de ser territorio dominado por la Cosa Nostra por decisiones tomadas por alguno de entre la media docena de primeros ministros que desfilaron por Roma durante los 90. Dejó de serlo por el trabajo local, la gestión de Leoluca Orlando y la batalla librada por jueces, periodistas, organizaciones y ministros religiosos.

Nuestro menosprecio por la agenda local es un lastre nacional. Es un grave error no tener como prioridad destrabar la capacidad de las ciudades para ofrecer oportunidades de desarrollo y...

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