México Channel / Sorpresas con rumbo a tierras oaxaqueñas

AutorHarry Möller

¡Qué cosas pasan! Uno va a buscar algo muy concreto y por el camino aparecen otros distintos motivos de interés. Así sucede cuando se llevan abiertos los ojos de la mente y en el morral se carga la suerte.

Ibamos a conocer una zona arqueológica situada en la alta mixteca poblano-oaxaqueña, y veríamos una fortificación prehispánica o, por lo menos, una atalaya en la cima de un cerro.

Ya en los linderos del noroeste oaxaqueño, el espacio físico entre un valle y otro parece ilimitado; no hay muros montañosos en el horizonte, y la línea visual sólo encuentra leves colinas y frecuentes surcos donde el correr del agua, muy de año en año, ha tajado pequeñas barrancas.

Es el territorio que acuñó un gran desarrollo cultural prehispánico fragmentado en numerosos grupos y, por ello mismo, nunca consolidado en forma de nación.

La carretera se vuelve camino de tierra y llega a Ixcaquixtla, pequeño poblado donde la sorpresa se manifiesta ante la notable edificación de muchas casas: en vez de ladrillos o tabiques se emplearon cúbicos sillares blancos. Yse confirma en los pueblos siguientes, Soyamazalco y Atezcatl, donde asombra la simetría de las casas construidas con sillares de dura piedra calcárea, labrada por sabias manos que habrían heredado de sus ancestros el genial don.

Son largos muros sin una sola ondulación, paredes y paños impecables con líneas rectas perfectas.

Ahora el camino de tierra exhibe la peculiaridad de aprovechar el muy antiguo terraplén de una vía férrea que iría de Puebla al océano Pacífico, a Pinotepa Nacional.

Hacia 1911 ya estaba construida la vía de San Marcos (Ixcaquixtla) a Huajuapan, 113 kilómetros, pero la época no era propicia, y aquí quedó tirado todo: terraplén, durmientes y carriles para ir desapareciendo gradualmente, hasta que en 1937 se reanudó la obra y corrieron ferrocarriles desde Ixcaquixtla hasta Petlacingo.

Con el tiempo desaparecieron el ferrocarril y sus vías, y sólo sobreviven algunos durmientes que aparecen clavados sirviendo como cercas en Santo Domingo Tianguistenco.

A partir de aquí entramos a la inmensidad vacía y desértica hacia un paraje llamado El Recreo, situado a 6 kilómetros. Se va a pie y hacia arriba, enhebrando los pasos por entre una maraña de arbustos y arbolillos.

El piso presenta numerosas franjas que aparentan ser piedra con vetas negruzcas y tornasoladas... ¡Estamos caminando sobre grafito!

El cerro entero, la montaña, parecen ser de este material tan puro que se deja rayar por la uña, y...

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