'Mentía para ir al casino'

AutorAntonio Bertrán

Foto: Antonio Bertrán

MÉXICO.- Rosa María preparó chorizo en su cocina impecable. Lleva el cabello corto teñido aunque se asoman un poco las raíces blancas, porta una pequeña cruz de oro al cuello, alianza matrimonial y aretes discretos. Es una señora de clase media de la Colonia Romero de Terreros, al sur de la Ciudad.

A punto de cumplir 70 años, Rosa María tiene la mirada borrascosa de quien bajó al infierno y tuvo la fortuna de encontrar el camino de regreso. Tras salir el pasado 19 de diciembre de una clínica de rehabilitación para adictos en Cuernavaca, ha retomado el gusto por la cocina.

También volvió al repujado en metal, al que dedica las horas que, hasta hace unos meses, pasaba frente a una "maquinita" en el casino Yak de Plaza Universidad, cuando aprovechaba que su marido jubilado estaba fuera de casa "en sus asuntos" y se escapaba sin dar explicaciones entre las 3 y las 6 de la tarde.

Si la llamaban sus hijos no contestaba; después inventaba excusas y mentía sobre el lugar donde había estado.

Con apuestas de 10 pesos por "piquete" al botón electrónico de la suerte, Rosa María perdió los ahorros de muchos años. "Tenía bastantito", dice, mientras baja la voz para soltar una cantidad de seis cifras.

En los primeros coqueteos, el azar le correspondió con algunos premios, hasta que un día se llevó un "acumulado" de 107 mil pesos, lo que fue "la locura". Pero en un poco más de tres años de "piquetes", cada vez más frenéticos, después de que se esfumaron sus ahorros, Rosa María empezó a pedir prestado a una agiotista. Era incapaz de dejar el juego.

En un par de años, la deuda llegó al millón de pesos por los intereses, lo que empujó a la mujer a vivir en una ruleta de desesperación y culpa. "Estaba muy irritable, sólo quería seguir jugando, y en un momento, creí que me daría un infarto", confiesa.

En el comedor de su casa de una planta, Rosa María cuenta que empezó a ir al casino por diversión.

Rosa María lleva casi seis meses de haber entrado por última vez al casino. Ese día se vio "sin nada de donde echar mano" y, finalmente comprendió que necesitaba ayuda.

Confesó con "gran vergüenza" lo que le pasaba y recibió el apoyo de su familia. Se internó durante 35 días en una clínica. "Los primeros tres días fueron la muerte", asegura. Aún así, logró salir adelante y su situación ha unido a su familia; su esposo acude a un grupo de apoyo para familiares de adictos.

Está contenta porque a las 7 de la tarde asistirá a su sesión de Jugadores...

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