Mario Anteo / Mandarina

AutorMario Anteo

No recuerdo dónde leí que cierto crítico de arte, con la sola paga de una columna quincenal en una revista gringa, mantenía holgadamente a su familia. Casa, carro, colegiaturas, teléfono, ropa, todo gracias a un texto quincenal donde su autor hablaba de esa cosa llamada arte.

Aquí en México, tal crítico es un personaje de ciencia ficción. Se necesita una imaginación desaforada para pensar que una revista local, digamos Oficio o Papeles de la Mancuspia, pueda ser el modus vivendi de un escritor. Lo mismo vale para revistas de circulación nacional, incluyendo las más prestigiadas. Ni el mismo García Márquez podría competir con el crítico de marras, en caso de que el Nóbel dedicara su pluma a una columna quincenal en una revista del País.

Y, sin embargo, a cada rato aparecen esos dulces proyectos juveniles, ese sueño de hacer una revista de arte que al cabo cuaje en el medio, sea autosuficiente, y llegue al número mil, marcando una huella en la historia de la cultura local.

Ahí tienen a los jóvenes artistas, entreviendo un esplendoroso futuro colmado de lectores, suscripciones, distribución nacional, mientras desangran sus de por sí desnutridos bolsillos y sudan para dar a luz el número dos o tres de su revista.

¡Qué trabajal implica parir una revista de arte! ¡Y cuánto dinero requiere! Se busca el mejor diseño, el mejor papel, la mejor tinta, las mejores plumas, mientras el tiempo apremia, pues ya se programó la presentación de la revista para dentro de 15 días, y ¡aún faltan las viñetas! Innumerables revistas literarias he visto morir al segundo o tercer número. Qué injusticia. Los jóvenes echan toda la leña al asador, todo su talento, todo su amor por la cultura local, ¿y cómo responde la comunidad? Responde con la más total indiferencia.

En un desesperado intento por sobrevivir, los jóvenes buscan patrocinadores, auxilio económico, un bolsillo amante de la cultura, pero por desgracia la mayoría de las veces reciben a cambio un palmo de narices. ¡Ahora comprendo nuestra fama de "codos"! El millonario se hace de la vista gorda, farfulla vagas promesas, o de plano manda al cuerno a los idealistas jóvenes.

Se recurre entonces al erario, quien a veces responde positivamente y sufraga los gastos del número uno, dos, hasta el tres, de la revista. Pero obvio que el Gobierno no podrá sostener de por vida a una revista que jamás logre la autosuficiencia.

¿Pero cómo puede ser autosuficiente una revista de arte que nadie compra, que nadie ha visto en...

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