María del Consuelo Clariond de Canales: Deja legado de amor

AutorKarla Delgadillo

Un legado de humildad, entrega y amor tanto hacia sus seres queridos, como al resto de las personas que la conocieron, es algo de lo que dejó tras su partida María del Consuelo Clariond de Canales, quien falleció la noche del 6 de abril.

Su recuerdo permanecerá por siempre en la memoria de quienes la conocieron y convivieron con ella durante sus 94 años de vida, especialmente en la de su familia integrada por sus cuatro hijos: Consuelo, Fernando, Susana y Marcelo Canales Clariond, 14 nietos y 30 bisnietos.

Ellos siempre la recordarán como una mujer generosa, inteligente, cariñosa, alegre, con inmensas ganas de vivir y disfrutar cada día. Como una esposa amorosa, una madre interesada en el bienestar y superación de sus hijos, una abuela consentidora, y una gran amiga.

Se distinguió por poseer una actitud positiva ante todas las situaciones que le tocaron atravesar en la vida, y afrontarlas con esa característica sonrisa que se dibujaba en su rostro.

Aventurera de corazón, y tan sólo una muestra de ello fue el animarse a subir hace varias décadas a una de las primeras avionetas en llegar a Monterrey. Sobrevoló la Ciudad junto a su tío Roberto Garza, en aquel avión sin techo, pero eso sí, con casco y goggles.

Le encantaba viajar, por ello recorrió el mundo entero junto a sus hijos, algunas amistades, y su esposo Fernando Canales Salinas, quien falleció en 1975.

Disfrutaba al máximo nadar, visitar Francia, pues de allá era su papá Jacques Clariond, así como aprender idiomas, hablaba español, inglés, y francés. Era amante de la cultura, sobre todo de la mexicana.

Siempre se distinguió por su fe y amor a Dios. Era católica por convicción y fiel colaboradora en diferentes organizaciones sociales y religiosas a las que perteneció, entre ellas el Seminario de Monterrey, la Unión Femenina Católica Mexicana, la Catedral y la Acción Católica, pues deseaba ayudar en lo que más podía a los más pobres.

Fue muy cercana al clero secular, a los Franciscanos, los Legionarios de Cristo, al Arzobispo, Obispos Auxiliares, párrocos y vicarios. Creía firmemente en que se podía ser santo desde cualquier calle de la Ciudad, como lo hizo el Padre Jardón, por cuya causa de beatificación trabajó.

Su vida la llevó con humildad, prudencia, sencillez, modestia, y fueron precisamente esas características las que hicieron que se diera a querer y que cosechara a través de los años tantos amistades, las cuales consideraba una extensión de su familia.

Y muchas de ellas...

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