Margarita Ríos-Farjat / ¿Santa, sexy o sólo vieja?

AutorMargarita Ríos-Farjat

Este mes se cumplieron 100 años desde que Venustiano Carranza, como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo, publicó en el Diario Oficial la "Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que reforma a la de 5 de febrero de 1857".

Así se ostentó: como una reforma a la del 57. Una enorme, y además parida con sangre -por decirlo dramáticamente-, y por eso se considera un documento fundacional vuelto a nacer.

La de 1857, publicada por el Presidente sustituto Ignacio Comonfort, sí se presentó como un acto nuevo y se remitió directamente a los albores de la Independencia, sin aludir siquiera los ensayos de constitucionalismo que se llevaron a cabo en 1936, 1824, 1814 ni 1813 (cuando José María Morelos escribió "Sentimientos de la Nación").

Es un paradigma aceptado que se trata de Constituciones distintas, no obstante que una se haya presentado a sí misma como reforma de su predecesora. En el fondo, ¿cumplió 100 años el pasado 5 de febrero, o llegó a los 160 el día 12 del mismo mes?

Quienes gustamos de la historia política y jurídica del País sabemos que la pregunta es herética, pero mueve a la reflexión y hasta evoca el Soneto XVII de Pablo Neruda: "Pero este amor, amor, no ha terminado, /y así como no tuvo nacimiento /no tiene muerte, es como un largo río /sólo cambia de tierras y de labios".

Ahora, en 2017, ¿de verdad es tiempo de cambiar de labios? ¿Una Constitución nueva?

El primer problema de la actual radica en cómo la miramos. Como si fuera algo sagrado que ha sido ultrajado y que debe renovarse para seguir mereciendo fervor. Alguna vez escuché llamarla "símbolo patrio" (sólo lo son la bandera, el escudo y el himno), lo que demuestra el desenfoque al observar.

Es necesario venerarla; pero el verbo "venerar" tiene dos acepciones y los mexicanos usamos la equivocada. Deberíamos venerarla "respetándola en sumo grado", en lugar de "guardarle culto como cosa sagrada".

En 100 años, México ha vivido muchas cosas y la Constitución mantiene la brújula -bien que mal-, y en esa flexibilidad se reforma constantemente, si bien ya hay un abuso. (A lo mejor la historia recordará este sexenio como el que creó a base de reformas una nueva Constitución y sin que nos diéramos cuenta).

Si hiciéramos una nueva, ¿cambiaríamos el régimen de gobierno? Eso sí es drástico, pero ¿están las condiciones políticas dadas?, ¿hay credibilidad y ganas de pactar? ¿La sociedad está volcada en sus representantes, los considera a la...

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