Margarita Ríos-Farjat / La regla de oro

AutorMargarita Ríos-Farjat

La cosa parece ir en serio, habrá una transformación. Todavía no es agosto y ya se dictan los lineamientos de las políticas públicas del siguiente Gobierno.

Pero no es sólo un nuevo Gobierno, es una forma distinta de pensar la administración pública. Tras décadas de tecnocracia como filosofía política, la primera "ruptura" será (y está siendo) ese modo de pensamiento.

Por ello es lógico que a toda nueva idea del futuro Gobierno se alcen vaticinios adversos y negros panoramas. No sólo es lógico, sino incluso saludable, porque es a partir del contraste de ideas que se mantienen los pies en la tierra y la cabeza en la Constitución.

Pero es necesario revisar si la crítica no es solamente resultado de una forma de pensar tecnocrática, que ha arraigado hasta sin darnos cuenta.

Un ejemplo: la controvertida propuesta del nuevo Gobierno de descentralizar las Secretarías de Estado. De inmediato las críticas, con más detalles que la propuesta, porque no se ha dicho cuándo ni cómo se realizaría. No se sabe si abarca a toda la Secretaría o a alguno de sus institutos o direcciones como primeros pasos, y si hay personal dispuesto a solicitar su reasignación para hacer su vida fuera de la Ciudad de México, por ejemplo.

Curiosamente en la boga tecnocrática se fue engullendo al federalismo. No sólo el Congreso de la Unión se ha arrogado más materias (entre 1999 y 2012 se le añadieron 12 temas al artículo 73 constitucional; y del 2013 a la fecha, 11), sino que crece la tendencia de que emita leyes generales en rubros antes propios de los Estados.

Claro que descentralizar físicamente las dependencias no cambia la centralización impuesta por las leyes, pero colocar una importante dependencia federal en otro Estado detona una movilidad económica interesante.

Estados Unidos usa esta estrategia con sus bases militares. La base Kelly es sólo uno de los 32 campos aéreos diseminados en ese país, y San Antonio, considerado ya uno de sus puertos aeronáuticos más importantes, se perfila para atraer industria de ese ramo.

¿Cómo saber si la descentralización u otras serán buenas apuestas? La solución es la de siempre, pero también la que siempre se soslaya. La Regla de Oro consiste en no perder de vista dos preguntas, la primera: ¿Qué problema de política pública resuelve tal o cual propuesta? La segunda: ¿Qué efectos perversos puede generar?

La primera pregunta evita que se hagan cosas "sólo porque sí", reformas estructurales a medias, cambios...

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