Margarita Ríos-Farjat / El fuero, esa píldora dorada

AutorMargarita Ríos-Farjat

Con mucho entusiasmo, la Cámara de Diputados aprobó hace dos días la desaparición del fuero, y con mayor júbilo todos los partidos se disputaron la paternidad de semejante portento.

Pero ¿qué significa eso en un país donde prácticamente se venera a la impunidad? ¿Acaso ha sido la figura legal del fuero la que ha impedido castigar a los servidores públicos corruptos? Por supuesto que no.

Vamos por partes. Todo aquel que reciba una remuneración del Estado para actuar como parte del mismo es un servidor público (de cualquiera de los tres poderes, órganos autónomos, y del nivel que sea).

Su quehacer se presta fácilmente a ser objeto de presiones o chantajes que podrían perjudicar su imparcialidad, y tener fuero les permite cierta tranquilidad para concentrarse en su trabajo.

El fuero va con el cargo: terminada la encomienda, termina la inmunidad. Además, tampoco es infranqueable, precisamente los Diputados tienen la opción de remover el fuero de algún servidor público para que pueda ser juzgado.

Pero a los Diputados parece no gustarles esa responsabilidad. En el país del "ya merito" y del "dame chanza" hay un miedo a que, como dicen los adolescentes, "se las apliquen" de regreso.

Si los legisladores temen quitar su fuero a otro servidor público es porque "temen" incurrir en las mismas faltas. ¿Por qué? ¿Incurrirán en ellas? ¿O tienen miedo a que se las inventen porque les consta que de todo se vale?

Esa especie de juego de espejos les incomoda, no les gusta mirarse porque se refleja lo que se niegan a ver: que la justicia está tomada por el cuello por el único control político que existe, y que es meta constitucional: no perder la querencia del partido o la bancada.

En esta lectura de realidad es explicable el júbilo de los Diputados que por unanimidad se quitaron esa carga, como si el fuero se tratara de algo que ellos mismos no podían remover en un momento dado (y vaya que en los últimos años ha habido muchos "momentos dados").

De hecho, la existencia del fuero es algo que en el fondo conviene a una clase política descarada, pero no por la frágil inmunidad que entraña, sino porque es una excusa perfecta: "No podemos hacer nada porque tal servidor tiene fuero".

El fuero se convirtió entonces en un demonio a exorcizar. Pero hasta para practicar exorcismos son convenencieros porque con esta "movida" están abriendo el averno para los demonios de las vendettas, los chantajes y las presiones. Ahora sí. Y qué casualidad que ahora sí.

Aquella frase...

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