Margarita Ríos-Farjat / De dar pena

AutorMargarita Ríos-Farjat

Muy discreta en las redes sociales, perdida bajo el lodo que se avientan los ciudadanos los unos a los otros por sus preferencias políticas, circula una reflexión muy sencilla: "Ignorancia no es votar por quien creas que es la mejor opción, ignorancia es ofender a los otros porque no piensan como tú".

Muchos critican a los candidatos en campaña como si vieran los toros desde la barrera o, para ponernos más al día, el futbol desde las gradas. Desde ahí están prestos para descalificar, gritar y desahogar sus frustraciones.

Sin más recursos intelectuales que los que nacen en el hígado o en las extremidades inferiores, no reparan en la mediocridad de su papel de espectadores: con los pies arriba de la butaca y maltratando las instalaciones; aventando palomitas, vasos de cerveza, improperios; peleando con el de al lado porque aplaudió al equipo contrario. Una vergüenza. Eso no es la crítica, eso es ver el proceso electoral como terapia personal.

Por ahí circula otra reflexión: que los candidatos son ellos, que no seamos tan intensos porque a nosotros ni nos conocen. Esta idea no da en el clavo, al contrario, equivale a decir que la política la hagan otros, que nosotros sigamos de indolentes porque no nos atañe. No es el caso. Claro que nos atañe, claro que se vale ser intensos.

Pero una cosa es ser intenso (porque está uno vivo, caray) y otra es ser intolerante (ni que uno fuera el único habitante del planeta).

También circula un decálogo que cae en lo mismo que acusa: dice que los seguidores de tal o cual candidato son sectarios, fanáticos, feligreses, que no quieren el bien de México, sino su sumisión, que no quieren un candidato, sino un ídolo, y son acólitos de lo peor del basurero. Dígame, ¿cómo se argumenta a partir de estas perlas de intolerancia? No importa el partido, importa el método de censura.

Hagámonos a la idea de que la enorme mayoría ya tiene definido su voto, y también de que no existen las "personas objetivas" porque todas tienen alma y corazón. Demos gracias cuando encontremos interlocutores críticos, atentos y al mismo tiempo tolerantes. Es decir, inteligentes.

Hace varios siglos, Francis Bacon defendió como método científico la observación "pura y objetiva", eliminando de la mente toda noción preconcebida. Así se desarrollaron también las ciencias sociales, pero algo no cuadraba.

Hace unas décadas, el filósofo Karl Popper cambió ese paradigma: no hay una observación pura, dijo, todos entendemos el mundo a la luz de una u...

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