Rebanadas/ Magia publicitaria...

AutorCony De Lantal

Más que dar gracias a la vida, Alberto Cortés debería dar gracias a sus publicistas que le han dado tanto... tanto retoque que lo mantienen tan juvenil como hace 20 años. Nomás échale un vistazo a los anuncios de su próximo concierto en el Crowne Plaza (ahí precisamente montaron un panorámico tamaño jumbo) y notarás que se la bañaron con la foto, es de hace añales.

De ese Alberto de la foto al que veremos en el escenario hay bastantes kilos y arrugas de distancia.

Ya están éstos como Sigfried & Roy, los eternos magos de Las Vegas, que siguen usando la misma foto de toda la vida para sus cartelones de promoción. Por eso me preguntaba un día un gringo ahí en Las Vegas, que si Luis Miguel era realmente jovencito como el de la foto de sus anuncios...

Por el puro placer de la carne...

¡Qué bárbara! Nomás porque el amor a la gastronomía es mucho y la chamba de investigación me detiene, pero te juro que hay lugares de los que quisiera salir corriendo y no voltear para atrás.

No tienes idea de lo incómoda que me sentí la otra noche en un dizque "restaurante" que hace unos meses abrieron en una vieja casona sobre la calle de Hidalgo, entre América y Miguel Nieto, al que bautizaron con el nombre de El Señorial.

No sé si trataron de encubrir un antro bajo el rubro de restaurante o fue al revés, el lugar intentó ser restaurante y se fue haciendo antro. Sea como sea, este Señorial tiene una facha de burdel que no puede con ella.

Desde que llegas, el que abre la puerta te recibe con un repasón de ojo desde los tobillos hasta la mollera, haciendo escala visual tantito antes de verte la cara. ¡Qué sutil! Si quiere me doy vueltita y toda la cosa...

Ya adentro, te topas de buenas a primeras con una salita de espera estilo Moulin Rouge, con todo y sus sillones de velour en rojo intenso. A tu izquierda está lo que ellos llaman "restaurante" con el mismo mobiliario en tonos de pasión encendida, y a tu derecha lo que de plano es el área de bar, que le da un aire entremezclado a cantina con Salón México. No hallas a cuál irle.

Para colmo, cuando el mesero que nos recibió notó que estábamos en el tin marín, se atrevió el insensato a susurrarle a mi marido que también tenían "privaditos"... ¡Jijos de la tostada! ¡Ahí sí que me sentí la poquianchis! O este remedo de padrote estaba confirmándonos que el lugar se dedica a algo más que la gastronomía, o simplemente era una ingenua chocarrería. ¿Será? ¿O andaré muy pintada? Ya hasta me parecía rabona la falda chanel que...

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