Maestro por siempre

AutorDaniel de la Fuente

Muchas veces los libros esconden la que quizá sea una de sus mejores enseñanzas: la vida de sus autores.

La de Ismael Vidales Delgado es una gran lección. De entrada, el pedagogo despierta la sensación de que se está frente a un hombre bueno. De traje, zapatos relucientes y corbata bien anudada, a este maestro, cuyo nombre está en las portadas de parte de los libros de texto de generaciones, parece que nada lo desespera.

La oficina del director académico del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado, por el Obispado, luce igual que él: pulcra y ordenada. Así están los libros en sus anaqueles, publicados entre él y varios autores desde el Centro de Altos Estudios e Investigación Pedagógica, que también dirige.

Entre estos volúmenes no aparecen los casi 170 de Ismael, entre coautorías y propios, que van de la educación a los valores, la orientación, la psicología, las ciencias sociales y los complementos para las materias.

Quien se encuentre por primera vez con este individuo le sorprenderán dos cosas: que tiene casi 70 años, edad que no aparenta, y que no usó zapatos hasta que llegó a Monterrey, a los 16 años.

Esta figura de la educación en el Estado evoca con afecto su origen humilde en Pinos, Zacatecas.

"El hambre ancestral que padecen nuestros pueblos fue lo que nos llevó a salir de donde nací en 1941", rememora.

"Mi padre contaba que salimos de Pinos 'en busca de la vida'. Llegó primero a Laredo y luego a la sierra de Lampazos, en Mineral de Golondrinas, propiedad de Fundidora, donde trabajó de barrotero y de albañil".

A los 4 años de edad, Ismael y sus hermanos Flavio y Raúl, aquel también educador y éste un sacerdote liberal ya fallecido, entraron a una primaria en la que conoció a maestros que no olvida, pues lo alejaron del derrotero común: cuidar chivas.

Luego, se trasladaron a Villaldama, donde en las escuelas ya no los dejaron andar con huaraches que confeccionaba su padre con llantas, por lo que debieron andar descalzos y cursar así el resto de la primaria y la secundaria. Fue hasta que llegó a Monterrey en 1957, en la Normal Básica, que calzado con zapatos "casi de cartón" tuvo sus primeros tenis, comprados por Arturo Ábrego, entonces inspector escolar.

Jesús Iruegas, también inspector, le obsequió los primeros pantalones de vestir. Ismael tenía 16 años y con ambos jugaba basquetbol, su deporte predilecto.

"Todo lo que uno hace es porque alguien te echa la mano", apunta, sonriente.

"Uno a veces es malagradecido y...

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