La Madre Ana de Monterrey

AutorDaniel de la Fuente

La primera enferma que llegó a la Casa Simón de Betania fue Juanita Parga Vargas. La mujer arribó al Universitario y de allí hablaron con la madre Ana Jaramillo para decirle que necesitaba dónde quedarse.

"Tenía tuberculosis. La separaron de su madre a los 2 años de nacida y se empezó a drogar a los 12", cuenta Ana, de 63 años, delgada y de tez morena, con anteojos ovalados que ocultan su mirada tierna y cansada.

Juanita murió a los 27 años. En la foto, que Ana contempla, una mujer envejecida, de pelo corto y ojeras pronunciadas, sonríe a la cámara desde una cama sencilla, en un cuartito hecho con blocks, que fue como empezó la casa para desahuciados.

"Ella nos dio una gran lección sobre lo que debíamos hacer por nuestros enfermos, cómo luchar por ellos", explica Ana, quien ignora el número de enfermos que han llegado desde hace más de un cuarto de siglo a la institución que erigió en la Colonia Gloria Mendiola, cuando aún era un barrio rodeado de basureros.

"Han sido tantos los que han llegado ya, de todo el Estado y del País, que llevar una cuenta no es posible", afirma, aunque sabe todos los nombres.

Así, agrega, las Siervas del Señor de la Misericordia, como se llama su comunidad, reciben a "bautistas, adventistas, homosexuales y machines".

"Seas quien seas tienes entrada y puedes estar aquí y te cuidaremos, porque aquí las etiquetas se acaban", añade y sonríe porque sabe que Dios, de muchas maneras, está presente en la vida de ella y sus enfermos.

Anastasia Jaramillo Esquivel contesta su celular y discute los detalles del sepelio de Ernestito, víctima de parálisis cerebral y fallecido un día antes.

La mamá de otro niño le dijo que su hijo había pedido a Dios por el alivio del pequeño.

"Pues ya se alivió", le reviró con ternura Ana, porque para ella la muerte es el alivio del enfermo. "Ahora él camina y habla, ya no tenemos que andarlo picoteando (inyectarlo)".

Pareciera que Ana ha tenido esta actitud siempre, pero no empezó esta tarea en 1983 porque haya tenido desde joven la vocación social. Nacida en San Luis Potosí, a los dos años sus padres la trajeron a Monterrey junto a su hermana porque el padre sufría de convulsiones.

"Llegamos a la nada, porque papá no tenía trabajo. Allá por Prolongación Jiménez hizo un cuartito de terracería para que viviéramos de posesionarios", cuenta sobre esos días difíciles. Viste de blanco, su velo es rojo y una cruz pende de su cuello.

Ella y su madre se encontraron con Eugenio Garza Sada un día en la...

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