Luis Rubio / Vicios a la Argentina

AutorLuis Rubio

El riesgo de que México adquiera el vicio argentino de quedarse permanentemente atorado en un limbo de desempeño económico mediocre -peor al vivido en años recientes- con altibajos recurrentes y propensión a experimentar frecuentes crisis financieras es real y se eleva con las políticas que ha adoptado el Gobierno actual.

Las coincidencias comienzan a ser demasiadas para no ver el peligro que su consolidación podría implicar para el País y las generaciones de jóvenes que renovaron su esperanza con AMLO.

Tanto el peronismo como el morenismo son movimientos incluyentes, caracterizados por una enorme diversidad de adeptos y seguidores, pero con un elemento en común que es la férrea lealtad al jefe: todo se vale mientras esa lealtad sea inquebrantable.

AMLO está substituyendo las pocas instituciones que existían en el País por estructuras personales de lealtad y sumisión, dos recetas para segura inestabilidad en el futuro.

En lugar de consolidar los pocos avances institucionales que se habían logrado, se está avanzando hacia un proyecto donde las reglas que nos rigen son la voluntad de una sola persona, tal como sucedió en los años del kirchnerismo.

En segundo lugar, la estrategia de subsidio y generación de clientelas, que sigue el mismo patrón de subordinación, pero a una escala masiva, inexorablemente viene acompañado de la creación de nuevos derechos que, en el tiempo, se tornan difíciles, si no es que imposibles de revertir.

La crisis fiscal argentina no es producto de la casualidad, sino de derechos adquiridos que luego se tornan en obligaciones que el Gobierno tiene que sufragar con recursos cada vez más escasos.

México ya de por sí avanza hacia una sociedad con un mayor número de adultos pensionados y menos nuevos jóvenes incorporándose a la fuerza de trabajo, a lo que ahora se sumará el costo de las huestes clientelares de AMLO.

En tercer lugar, las políticas adoptadas por los dos Gobiernos de los Kirchner en Argentina sugieren el tipo de riesgos que la estrategia del nuevo Gobierno mexicano va a endilgarle al País: la centralización de todos los programas sociales en la oficina presidencial.

México ya había pasado por programas (y fracasos) clientelares como los anteriores, pero desde los 90 logró una cierta institucionalización de la política social, que ahora ha sido desmantelada a una velocidad que asombra.

Peor, sorprende que ni los beneficiarios de programas como Prospera ni lo que queda de la Oposición hayan levantado siquiera...

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