Luis Rubio / Tormentas

AutorLuis Rubio

En 1982, a la mitad del torbellino que había causado, José López Portillo afirmó que "soy responsable del timón, pero no de la tormenta". Nunca se le ocurrió pensar que cuando un buque se encamina directamente hacia una tormenta, la probabilidad de acabar arrollado se incrementa de manera dramática. Así acabó México en 1982. El riesgo hoy es distinto, pero no irrelevante.

Vale la pena repasar lo que ocurrió en los 70 e inicio de los 80 porque muchos lo ven como un momento de éxito económico.

La economía mexicana había comenzado a experimentar límites estructurales desde mediados de los 60, pero fue Echeverría quien abandonó el modelo de desarrollo estabilizador al intentar acelerar el crecimiento con un creciente gasto público deficitario. Al final de 12 años, el País estaba quebrado, tomándole casi dos décadas salir del atolladero.

En 1994-1995 experimentamos la última crisis de esa era y los costos sociales fueron enormes porque siempre sufren más quienes menos tienen y acaban pagando el costo de los excesos gubernamentales en la forma de inflación y desempleo.

Es absolutamente lógico y razonable que un Gobierno quiera acelerar el ritmo de crecimiento, y más cuando hay capacidad instalada sobrada.

El problema, que hemos experimentado innumerables veces en las últimas décadas, es que cuando el Gobierno gasta demasiado por demasiado tiempo, agota la capacidad productiva de la planta nacional, lo que inmediatamente lleva a incrementar las importaciones. Éstas, a su vez, exacerban la demanda de dólares, provocando movimientos súbitos en el tipo de cambio. Es decir, la razón por la cual es peligroso el gasto deficitario no es de carácter teórico o ideológico, sino práctico.

En los últimos meses, con la caída del ingreso petrolero, el Gobierno ha visto afectado su ingreso, lo que ha exacerbado los agregados fiscales, pero lo mismo ha ocurrido con la balanza de pagos, donde pasamos de un ligero déficit (1 por ciento) en los últimos años a más de 2.5 por ciento: mayor demanda de dólares, traduciéndose en presiones sobre el peso.

Por lo que respecta a las cuentas fiscales, el creciente gasto deficitario del Gobierno está teniendo el efecto de incrementar la deuda (que creció de 29 por ciento del PIB a 44 por ciento en los últimos años), justo cuando la tormenta en el resto del mundo arrecia.

Cuando López Portillo afirmaba que no tenía responsabilidad de la tormenta tenía razón, pero su argumento no era más que una pobre excusa orientada a desviar...

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