Luis Rubio / Pandillas y leyes

AutorLuis Rubio

En la comedia "Los Caballeros", Aristófanes agrupa a la población en el personaje Demos, quien, jalado por la nariz, es engatusado y engañado con halagos por hábiles demagogos. Los atenienses que aplaudían y celebraban la comedia no parecían reconocer que la fábula se refería a ellos mismos.

Seguramente de algo así surgió la frase aquella de que los pueblos tienen el Gobierno que se merecen. A menos que la ciudadanía de la Ciudad de México despierte, eso habrán demostrado las élites políticas con eso que llaman Constitución.

El primer problema con la pretendida Constitución es que nadie la pidió. Se trata de una vieja demanda de las élites de izquierda que no reconocen valor alguno en la ciudadanía a la que pretenden gobernar.

El documento que presentó el Jefe de Gobierno no es más que una plataforma compleja, disléxica y muy mal redactada, de aspiraciones que nada tienen que ver con la realidad mundana.

Se habla de derechos, pero no se reconoce que un derecho es el lado anverso de una obligación. Ambas cosas tienen que estar presentes para que exista un orden social; pero no, en una plataforma política el orden es lo de menos: lo importante es ganar y preservar el poder.

Definido de esta forma -una plataforma para preservar el poder-, la pretendida Constitución tiene todo el sentido del mundo: es una plataforma autoritaria y burocrática para lanzar la candidatura presidencial del Jefe de Gobierno.

"¿Qué es una Constitución?", se preguntó Ferdinand Lassalle, quizá el más astuto y práctico observador en esta materia: "Las interrogantes constitucionales no son, en primera instancia, interrogantes sobre derechos, sino interrogantes sobre el poder".

Tanto el contenido como la forma en que se ha administrado el proceso constitucional para la Ciudad de México evidencian la clarividencia de Lassalle: todo es sobre el poder y nada para la ciudadanía o que avance el Estado de derecho. Lo importante son los arreglos entre los dueños del poder en la localidad y la protección de sus intereses.

Un proceso constitucional serio debió haber comenzado por dos cuestiones elementales: la primera es un vigoroso debate respecto a los principios que enarbolaría la Constitución -con la más amplia y diversa participación ciudadana- sobre el futuro de la Ciudad de México. La segunda es una argumentación inteligible y dirigida a la ciudadanía de las reglas que darían forma a la "nueva" ciudad.

Un proceso de esta naturaleza habría colocado a la Ciudad de México, y a...

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