Luis Rubio / Narrativa y gobierno

AutorLuis Rubio

Según el historiador Micah Goodman, la diferencia entre los animales y los humanos es que los primeros viven exclusivamente en el presente y actúan por instinto, mientras que los humanos piensan y se preocupan por el futuro.

El futuro es siempre desconocido y genera temor, para lo cual los humanos recurrieron a la religión y los políticos. La religión permite tranquilizar el ánimo y el alma; los políticos aprovechan el temor para engañar al votante: en campaña le hacen promesas muchas veces incumplibles, pero ya en el gobierno tienen que ser responsables, chocando con lo que prometieron.

Esta historia se repite en todas las latitudes. Pero en el México de hoy estamos viviendo algo peculiar: el Presidente no sólo pretende cumplir todas sus promesas, sino que no cree que haya límites a su capacidad para lograrlo. Esto ha introducido un aire de frescura en la función de gobernar que no habíamos visto en mucho tiempo y que la mayoría de la población reconoce y parece apreciar.

El caso de la gasolina habla por sí mismo: ya para ahora es evidente que el Gobierno actuó sin mucho cuidado, conocimiento de causa o previsión. Pero la ciudadanía aplaudió el arrojo, así implicara esto decenas de horas perdidas en la búsqueda de combustible.

Sin embargo, la historia sólo acabará cuando los responsables del despojo sean identificados y detenidos, lo cual no parece estar en las cartas. En ese escenario, lo que comenzó como un objetivo loable podría acabar convertido en un elevado costo.

El asunto grande tiene que ver con las reformas que se promovieron a partir de la virtual quiebra del Gobierno en 1982, que planteaban la integración de la economía a los circuitos tecnológicos y comerciales del mundo como el medio para elevar la productividad y, con ello, generar tasas de crecimiento mucho más elevadas que, a su vez, mejoraran los ingresos de la población y crearan muchos más empleos.

Por otro lado, sobre todo desde la crisis de 1995, volvió a la palestra la visión posrevolucionaria que afirma que no se han logrado tasas de crecimiento más elevadas, que ha aumentado la desigualdad y que el País ha perdido la estabilidad y la seguridad que caracterizaba a la era previa a las reformas.

Si uno se sale de las narrativas e intereses detrás de cada una de estas posturas, es claro que ambos planteamientos tienen asidero en la realidad cotidiana.

Primero, nadie puede negar las virtudes del proyecto reformador en términos de crecimiento económico, empleo y...

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