Luis Rubio / Enconos y rencores

AutorLuis Rubio

Quien siembra vientos, reza un refrán, cosecha tempestades.

Así, con vientos en la forma de enconos, rencores, descalificaciones y desprecio comenzó el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Es una forma de hacer política que apuesta a la permanencia de vientos favorables, al apoyo continuo, a la resignación de la población. Se trata de una apuesta riesgosa porque tarde o temprano aparecen las tempestades y, para entonces, los "otros", esos que han sido denostados y agraviados, estarán en otras cosas.

La política de la discordia es útil en tiempos electorales, pero letal en el proceso de construcción nacional.

Todas las naciones requieren un nivel elemental de acuerdo -y de desacuerdo respetuoso-, es la forma de avanzar de las sociedades democráticas y civilizadas, como ilustró el Reino Unido a todo color esta semana.

Sin embargo, en los últimos meses se juzga la moralidad de personas y grupos a partir de su postura política: los buenos están conmigo, los otros son conservadores o, para usar la lingua franca, "fifís".

El Presidente perdona o excomulga con un fervor casi religioso. En lugar de sumar, lo que debería ser la esencia de la función gobernante, se descalifica, eliminando los espacios de acuerdo.

Nadie disputa quién es el Presidente; su legitimidad es el punto de partida. Tampoco está en discusión que ya concluyó el proceso electoral y que ahora el Presidente es responsable del devenir del País.

La estrategia de dividir, polarizar y descalificar es lógica y racional en tiempos de disputa electoral, pero no sólo es absurda en tiempos de gobierno, sino que es absolutamente contraproducente.

Seis años son muchos meses, más semanas y muchos más días, cada uno de los cuales puede amanecer con crisis y circunstancias complejas de manejar. Algunas son locales, otras son mundiales, pero nunca faltan problemas. La pregunta es cómo enfrentarlas cuando éstas se presentan.

La estrategia que el Presidente ha seguido hasta la fecha sugiere que su cálculo es optimista: todo va a salir bien, no habrá problemas y el tiempo está a su favor. Cualquiera de los últimos 50 Presidentes de México, incluyendo a los favoritos de AMLO, le podrá confirmar que la realidad nunca es así.

Los problemas aparecen cuando menos se esperan y el Gobierno no tiene más remedio que actuar. Ésa fue la experiencia de López Portillo con la devaluación de 1976; de Miguel de la Madrid con la expropiación de los bancos y con el asesinato de Enrique Camarena; de Salinas con la...

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