Luis Rubio / Como debiera funcionar

AutorLuis Rubio

Impactante el contraste entre las reformas económicas de las últimas décadas y las de naturaleza político-electoral. Las primeras han seguido una lógica impecable y se caracterizan por su claridad de propósito. Las segundas han sido todas reactivas, chiquitas y de brújula cambiante.

Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con unas o las otras, pero es indiscutible que se trata de dos "animales" distintos.

Las reformas comenzaron a discutirse en los 60 porque los factores que habían sostenido al orden político-económico comenzaron a hacer agua.

Hasta entonces, la economía operaba dentro del contexto de la sustitución de importaciones, lo que requería de la importación de diversos insumos para funcionar. Como no exportábamos prácticamente nada en materia industrial, el declive de las exportaciones de granos a partir de los 60 constituyó una señal de alarma.

Lo mismo fue cierto del movimiento estudiantil de 1968 para el sistema político. Lo que había funcionado por varias décadas estaba haciendo crisis.

México requería reformas para lidiar con las dos crisis en ciernes, pero lo que ocurrió fue el inicio de una disputa por el futuro que se resolvió, en un primer momento, a favor de un crecimiento en el gasto público y la inflación (1970-1982) como medio para intentar satisfacer a toda la población.

La idea era que un mayor gasto se traduciría en mayor crecimiento y menores tensiones políticas. El resultado fue 20 años de crisis económicas y una explosiva polarización política.

Luego de la debacle de 1982 (una crisis de deuda externa que llevó dos décadas resolver), comenzaron las reformas económicas, al principio con timidez, después con mayor celeridad, pero siempre con un claro sentido de dirección, así como con una gran limitación: se liberalizaron las importaciones, se abrió el régimen de inversión y se privatizaron empresas que en prácticamente ningún país del mundo son gubernamentales.

La gran limitación también fue obvia: nada se haría para alterar el monopolio del poder, lo que, en la práctica, protegió a diversos grupos, actividades y sectores en aras de mantener la paz política y los privilegios que la acompañan.

Es decir, aunque consistentes, las reformas económicas estuvieron siempre encajonadas -y, por lo tanto, impedidas de lograr íntegramente su cometido- por razones políticas.

Las reformas políticas fueron otro cantar: el monopolio del poder era intocable y no se modificó más que para evitar crisis (generalmente cuando éstas...

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