Luis Rubio / Contrapuestos

AutorLuis Rubio

Los números no mienten, pero cuentan dos historias muy distintas.

Por un lado, el Presidente goza de un nivel de aprobación sin precedente; un indicador paralelo, el de la confianza del consumidor, alcanza cifras no vistas en casi dos décadas.

Lo paradójico es que estas cifras no guardan relación con el consumo, que disminuye tanto en automóviles como en las ventas en general. El entusiasmo que manifiesta la ciudadanía no es producto de una mejoría en su situación personal, sino en su percepción del Presidente y en las expectativas que éste ha generado.

Por otro lado, el índice de confianza empresarial, del Inegi, entró en terreno negativo en enero, en tanto que 75 por ciento de los inversionistas considera que el País está en condiciones peores que hace un año. La gran pregunta es si estos dos grupos de personas viven en el mismo país.

No me cabe ni la menor duda de que el factor nodal se encuentra en el liderazgo que ejerce el Presidente, mismo que ha adquirido dimensiones casi míticas en ciertos segmentos de la sociedad. La combinación de un anhelo de liderazgo con una esperanza de que se resuelvan problemas cotidianos y ancestrales resultó ser una combinación excepcional que ha sabido aprovechar de manera brillante el Presidente.

Quienes están llenos de esperanza guardan una vinculación casi religiosa con él; quienes ven el futuro con preocupación, si no es que con temor, tratan de explicarse ese fenómeno de manera racional.

En el corazón del desencuentro entre la prosperidad que se experimentó en las pasadas tres décadas y la desazón que llevó al resultado electoral se encuentra la incapacidad e indisposición de todos los Gobiernos de ese periodo por explicar y convencer a la población de la complejidad inherente al mundo de la globalización, que sigue siendo nuestro principal motor de crecimiento.

AMLO ha pretendido desacreditar toda esa etapa con el mote de "corrupta", obviando la necesidad de plantear un programa alternativo.

Llegará algún momento en que el descrédito del pasado resulte insuficiente para preservar la legitimidad del Gobierno, pero nadie puede negar la astucia y excelencia del manejo político y mediático que AMLO ha interpuesto. De hecho, lo impactante es que no tuvo, ni está teniendo, competencia alguna en la narrativa que, desde el 2000, ha venido enarbolando.

Esto se acentuó luego de Ayotzinapa, cuando el hoy Presidente tomó control de la narrativa y nunca enfrentó respuesta o resistencia alguna por parte del...

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