Luis Rubio / Me canso ganso

AutorLuis Rubio

El País perdió el rumbo cuando comenzó a privilegiar las decisiones económicas sobre los criterios políticos.

Las cosas marchaban bien cuando decidían líderes emanados del pueblo que separaban -y, de hecho, subordinaban- al poder económico y los intereses de las élites al poder político.

Por lo tanto, la solución a los problemas del País, desde la seguridad hasta el crecimiento de la economía, radica en un cambio de vectores: desde ahora, el Gobierno establecerá las prioridades y la sociedad -incluyendo a todos los componentes del entramado socioeconómico- se adaptará. El resultado será bueno porque yo no soy corrupto.

Se trata de un cambio de paradigma: los criterios que normaron el funcionamiento del País a lo largo de los últimos 30 años desaparecen, para dar lugar a un modelo de sociedad que probó ser exitoso en el pasado y que nunca debió ser abandonado porque, en contraste con lo que siguió, aquel producía crecimiento económico, movilidad social, empleo y estabilidad política.

No es casualidad que la sociedad mexicana viviera en paz, orden y sin violencia. Nuestro mandato es restaurar ese equilibrio que privilegiaba al pueblo como prioridad.

El mensaje es transparente: México puede resolver sus problemas si atiende sus causas internas, algo que se abandonó con el cambio de estrategia económica y el inicio de las reformas a partir de 1982.

Esa política económica provocó pobreza y desigualdad porque no generó suficiente crecimiento para darle empleo a los jóvenes que, por falta de oportunidades, acabaron en el crimen organizado. El Gobierno se apresta a reorganizar la estructura política porque ahí yace la clave de la solución de los problemas económicos y, por lo tanto, los de seguridad.

La estrategia de seguridad ha sido errónea porque no se entendió que los policías, militares, narcos y delincuentes -todos- provienen del pueblo y en el pueblo sólo hay gente buena. "El Chapo", como es del pueblo, es bueno y merece amnistía.

El mundo que el País abandonó en los 60 funcionaba porque la jerarquía de las cosas era proclive al desarrollo. La rectoría del Estado permitía definir objetivos, prioridades y reglas, asegurando resultados benignos para la sociedad. El gasto en infraestructura marcaba la pauta para la inversión privada.

El Gobierno controlaba al sector privado vía requisitos de permisos y los sindicatos eran mediatizados por medio de líderes "charros". La recreación de esa estructura requiere de mirar hacia adentro, mantener un...

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