Luis Eduardo Villarreal Ríos/ Con la fuerza del diálogo

AutorLuis Eduardo Villarreal Ríos

La semana pasada, un grupo de legisladores, académicos, artistas y ciudadanos recorrieron la zona de conflicto en Chiapas. Las declaraciones que siguieron a esa gira, contrario a lo que dicen los despachos gubernamentales, denuncian una pacificación aparente, lograda a base de una militarización intensiva y la provocación de enfrentamientos entre la población autóctona.

De acuerdo con la información vertida en rueda de prensa por el Senador Mario Saucedo y los diputados Fabiola Gallegos, Gilberto López y Samuel Lara, existen más de 300 puntos militares, entre cuarteles, campamentos, puestos de observación y retenes, lo cual significa un despliegue castrense desproporcionado e injustificable que impide el libre tránsito por la zona, amén de un cerco cada vez más estrecho contra el EZLN.

Esta virtual recolonización militar de la Selva Lacandona forma parte de la estrategia de contrainsurgencia puesta en práctica por el Gobierno. Se trata de una guerra de baja intensidad -no hay dos ejércitos enfrentándose, pero se hostiga y se desgasta sistemáticamente- contra comunidades indígenas, los pobres de alta densidad. A ellos se les pretende cambiar su dinámica interna, subordinándolos y rompiendo los lazos que cohesionan su cultura.

La excesiva presencia de militares -temible de por sí- lejos de atenuar la injusticia de años que priva en la región, o de asegurar la distensión entre las partes beligerantes, impide la reconstrucción de una paz firme y duradera. Además contradice la muy propalada idea según la cual en Chiapas no sucede gran cosa, como si el alto costo de manutención castrense, y el sufrimiento de casi 900 mil indígenas sin acceso a la justicia no tuviesen efecto para el país globalizado que ya somos.

Por otro lado, para quienes están convencidos de que la militarización en Chiapas es una medida razonable de seguridad, siento el deber de recordarles los "frutos" de tal estrechez mental y política: la ingobernabilidad en la entidad no cede (en el último sexenio el gobierno estatal promedia un titular por año), el desplazamiento de miles de indígenas hostigados por grupos paramilitares ligados al priísmo tampoco cesa, la tala indiscriminada de bosques y el despojo de tierras ejidales son el pan de cada día.

Luego, los periodistas no debemos callar sobre el problema de Chiapas. A nosotros nos atañe la grave responsabilidad de cambiar radicalmente la manera en que la sociedad mexicana ve lo que allá sucede. Quizá lo primero sea revelar la...

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