Lucrecia Lozano / Nuevos perfiles

AutorLucrecia Lozano

Cada época genera sus propios liderazgos y estilos de hacer política.

La nuestra se distingue por la dicotomía entre liderazgos democráticos, herederos de las democracias previamente consolidadas y de la corriente democratizadora que avanzó globalmente en los 80, y una tendencia creciente conformada por quienes han accedido al poder mediante elecciones, pero en cuyo ejercicio gubernamental y político impulsan posiciones derechistas, ultraconservadoras, populistas y antidemocráticas.

Los primeros promueven y apuntalan a las instituciones democráticas. Los segundos no temen lanzarse contra éstas y cuestionar su utilidad práctica.

El tema de las instituciones marca una diferencia sustancial entre ambas corrientes. Aunque los liderazgos democráticos tienen nombre y apellido, en ellos lo importante no es la persona, sino la existencia y vigencia de las instituciones democráticas: la división y el equilibrio entre los poderes, el Estado de derecho, las elecciones, una prensa libre, el respeto a la libertad de expresión y los derechos humanos.

En los liderazgos ultraderechistas, que coquetean con la antidemocracia y la personalización del poder, las instituciones suelen estorbar. Lo importante es proyectar una imagen de fuerza y determinación, que puede chocar con la vida institucional si ésta resulta un obstáculo para alcanzar los intereses personales y de grupo.

La paradoja es que quienes han conquistado el Poder Ejecutivo en este segmento, lo han hecho gracias al ejercicio electoral característico de los sistemas democráticos y no mediante golpes de Estado o asonadas militares, como ocurrió durante el siglo pasado.

Estamos ante una camada de nuevos políticos cuya actuación rompe esquemas, violenta protocolos y nada a contracorriente de los usos de la moderación, la diplomacia y la contención propios de la democracia.

Estos políticos tienen puntos de vista coincidentes: rechazan a los inmigrantes, algunos son fervorosamente religiosos, profesan un patriotismo elemental y emocional y un nacionalismo antiglobalista que aboga por el aislacionismo económico, censuran las políticas de igualdad de género y son ocasionalmente homofóbicos, les incomodan la prensa libre y la libertad de expresión, apelan a los valores...

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