Luces y sombras del 19

AutorJesús Ávila Ávila

A la consumación de la Independencia el 27 de septiembre de 1821 se habían perdido 600 mil vidas de los 6 millones de habitantes en la Nueva España; es decir, la décima parte de su población. Desde ese año y hasta la década de los 70 del siglo 19 se inició un proceso de configuración del nuevo Estado constituido.

Después del fallido intento de Agustín de Iturbide de ser Emperador en México, el País se debatió en interminables guerras internas. Con el ropaje del gobierno republicano, los partidos de la época, las logias de yorkinos y escoceses, federalistas y centralistas, liberales y conservadores, republicanos y monárquicos disputaron el poder y el destino del País.

La inestabilidad deterioró las actividades productivas en la minería, la agricultura y el comercio. México fue amenazado, invadido y ocupado en cuatro ocasiones. Para mediados del siglo, le habían arrebatado la mitad del norte del vasto territorio heredado de España, en una injusta guerra provocada por los Estados Unidos (1846-1848).

Nuevo León, a la creación de la República Mexicana el 7 de mayo de 1824, tenía una población de 83 mil 800 habitantes. De éstos, 12 mil 300 vivían en Monterrey. De acuerdo con un informe de ese periodo, predominaban los agricultores y criadores de ganado.

Los nuevoleoneses eran gente sencilla y honrada, pero sin ninguna ilustración, con pocos comerciantes, no se conocían ni ricos propietarios, ni capitalistas, sino pocas medias fortunas y mucha miseria, abandono e ignorancia en general.

Los principales cultivos en la periferia de Monterrey eran caña de azúcar, maíz, frijol y algodón; además existía una gran variedad de frutales, verduras y aguacates en las huertas de los regiomontanos, que sombreaban las viviendas de los más pobres.

Monterrey, no obstante sus carencias, gracias a su Colegio Seminario (1792), era la población de mayor importancia del noreste de México. El 3 de agosto de 1826 inició la publicación de La Gaceta Constitucional de Nuevo León (hoy Periódico Oficial).

En 1831, Luis Berlandier, botánico francés, al visitar Nuevo León por segunda vez, entusiasmado escribió: "Luego que se entra en este estado, se conoce y goza de la paz y cierta abundancia. Los habitantes... jamás se han distinguido en las revoluciones que desde la Independencia han fomentado y repetido... el espíritu de partido".

La tranquilidad y progreso que gratamente habían impresionado al científico galo pronto se disiparon al abrirse una época de turbulencia...

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