Lorenzo Meyer/ Orgullo sin nostalgia

AutorLorenzo Meyer

El nacionalismo

Es notable el orgullo inglés por su historia y su aceptable nostalgia por su época imperial y de liderazgo mundial. La situación presente de Inglaterra como país no es la ideal pero sí es bastante satisfactoria. La aceptación de su pasado permite a los británicos llevar con dignidad un presente donde son importantes pero ya no centrales.

En contraste, en México pareciera empezar a dominar una cierta pérdida del orgullo colectivo por ciertos pasajes y procesos históricos -en particular los nacionalistas- y un tipo de resignación con un presente mediocre e insatisfactorio.

Como ciudadanos de una nación pobre y muy injusta, los mexicanos no deberíamos sentirnos complacidos con parte de nuestro pasado pero menos con el presente, pero a la vez no debemos ser desdeñosos con algunas de las luchas históricas, especialmente con el reiterado y a veces frustrante esfuerzo por definirnos como entidad nacional frente al enorme y poderoso vecino del norte. No tenemos derecho a marginar nuestra historia ni a transformarla en un pasado confortable -nostálgico- sino que debemos vivirla como una tarea inacabada y usarla como acicate para definir un mejor proyecto de futuro.

La añoranza o lo opuesto, el desdén, por el nacionalismo pasado, lo mismo que la resignación o conformidad frente al estado de cosas actual son lujos que simplemente no debiéramos darnos en las circunstancias creadas por la globalización, por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y por nuestra posición en el sistema internacional como país aún lejos de la verdadera modernidad.

Frente a esa situación, es necesario, por un lado, mantener y nutrir el orgullo colectivo con la fidelidad a los momentos brillantes del pasado histórico, y por otro, desarrollar un proyecto de futuro compatible con la complicada globalidad.

La desconfianza como herencia

Una de las características de la historia mexicana en materia de política externa, quizá la central, se puede resumir con una sola expresión: desconfianza. Hay razones para ver al mundo más allá de nuestras fronteras como fuente de peligros más que de oportunidades; como un conjunto de adversarios y no como uno de asociados en un proyecto de beneficio común.

La sangre que a inicios del Siglo 19 atrajo a los tiburones del mar internacional al cuerpo político mexicano recién nacido a la vida independiente fue la incapacidad -¿imposibilidad?- de la nueva clase política mexicana de mantener la unidad interna de la nueva nación. El regionalismo exacerbado cubierto con el manto del federalismo dejó pocos recursos en manos de un Ejecutivo que, por otra parte, resultó particularmente inestable.

En el México inicial, el sistema presidencial simplemente no funcionó y fue necesario llegar hasta la restauración de la...

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