La longevidad de la 'Nueva Economía'

AutorJosé Usabiaga

El progreso económico de Estados Unidos en los últimos años resulta incuestionable. Nos guste o no, nuestro vecino se ha posicionado como el principal motor de desarrollo en este globalizado mundo de principios de milenio. La razón que se menciona para explicar tan deslumbrante desempeño es la posibilidad que los norteamericanos hayan encontrado una nueva forma de crear riqueza, logrando construir lo que se ha dado en llamar la "nueva economía".

La expansión económica estadounidense actual comienza en 1991 y para febrero del 2000 se había convertido en el periodo de crecimiento más largo del siglo al superar en extensión al récord de 107 meses logrado del 61 al 69. Aunque las cifras económicas de fin de milenio han resultado alentadoras, en su mayoría no empequeñecen a aquellas que se observaron durante los años de Vietnam: es el contraste con los resultados de las dos décadas anteriores junto a los supranormales rendimientos de las acciones tecnológicas lo que en principio hace a los norteamericanos apreciar su recién adquirida bonanza. La forma en que dicha prosperidad se ha conseguido da origen al argumento sobre la existencia de una nueva economía.

El economista típico de principios de los noventa pensaba que Estados Unidos no podría crecer al nivel que lo ha hecho por un periodo tan largo (4.6 por ciento anual del 96 al 99) manteniendo una tasa de desempleo tan bajo (alrededor del 4 por ciento) sin producir un incremento generalizado de precios (inflación) importante. Ello debido a que el encarecimiento de los salarios que se produce de manera natural cuando existe alta demanda laboral acabará por trasladarse a los precios finales de bienes y servicios. Además al contar la gente con un mayor ingreso, se supone que existirá también una propensión general a consumir más propiciando así un aumento de precios. Dicho de otra manera, se produciría un sobrecalentamiento económico.

El argumento básico de quienes apoyan la existencia de una economía que permite un crecimiento sin inflación es sencillo: el incremento en los salarios se ha visto superados por un incremento de la productividad. En otras palabras, el norteamericano promedio gana más y (lógico) le cuesta más a la empresa que lo contrató, pero en el transcurso de la década pasada el mismo trabajador también se volvió más valioso, mejorando el ingreso de su compañía en una cantidad que justifica de sobra su aumento salarial. Si a ello le añadimos que los precios se han mantenido...

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