Localizan altar en Chichén Itzá

AutorYanireth Israde

MÉXICO. Con lámparas, sensores, suero, overol y botas, arqueólogos del INAH debieron reptar para introducirse en el laberinto milenario de la cueva Balamkú de Chichén Itzá, cuya altura, en ciertos tramos, es de 40 centímetros de largo por 50 centímetros de ancho.

Allí habitaba una serpiente coralillo, dueña espiritual del lugar, según previnieron los pobladores, quienes advirtieron al equipo del instituto que no podría entrar, al menos que ella lo permitiera. Y ocurrió al cuarto día.

"Hay que entrar a rastras, pecho tierra o a gatas, en el mejor de los casos, durante largos trayectos", relató Guillermo de Anda.

El titular del proyecto Gran Acuífero Maya (GAM) presentó ayer esta oquedad, a 24 metros bajo tierra, como el mayor hallazgo en el último medio siglo en la Península, tras la cueva de Balamkanché, que trajo atracción turística.

La relevancia de Balamkú radica no sólo en los cientos de artefactos arqueológicos reunidos en su interior, parte de ofrendas allí depositadas (siete identificadas hasta ahora), sino en que éstos permanecieron intactos por siglos.

Los incensarios y vasijas conservan restos carbonizados, alimentos, semillas, jade, concha y huesos, entre otros elementos que los mayas ofrendaron a sus dioses.

"Pensar en un maya, casi desnudo, con una antorcha, llevando un brasero de 40 centímetros en promedio y tratar de llegar con él, en buen estado, durante 500 metros para llevar a cabo su ofrenda, es conmovedor", dijo De Anda.

Pedro Francisco Sánchez Nava, titular de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH, explicó que estos espacios forman parte de la cosmogonía maya.

"Es el útero materno, la entrada al inframundo de donde nace la vida, y los elementos relacionados con el agua seguramente tienen relación...

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