Literespacio / Angustia digital

AutorDulce María González

Bajo el calor agobiante de los últimos días, sentarse a leer un libro es un oasis. Así sea un libro digital. Amante del papel y la tinta, de los olores y la textura de las páginas en las yemas de los dedos, durante mucho tiempo me negué a leer en superficies a las que les faltara peso y volumen, libros que no ocuparan un lugar en el espacio atiborrado y mágico de mi librero.

Los libros son cosas, me decía, artefactos concretos con sus tres dimensiones, su materialidad. Ese tipo de certezas tranquiliza, nos lleva a creer que viajamos en una nave segura, que la tierra es una especie de contenedor estable y duradero. Palabras surgidas de la inmaterialidad de los pensamientos se convierten en inscripciones sobre una superficie material. Vemos a los libros como marcas sobre las piedras, a las palabras impresas como huellas imborrables de nuestra estancia en el mundo.

La fantasía es la siguiente: nosotros somos efímeros, los libros concretos, no. De ahí la angustia que provoca pensar que el material digital desaparece de pronto y por lo tanto es incierto, casi de aire, como si la eternidad y permanencia de los libros de papel no fuera una fantasía, como si jamás hubiéramos visto cómo se hace polvo un libro antiguo.

¿Dónde están los libros que adquiero en la red? La pregunta es existencial. Sé que están en mi carpeta de artículos comprados de la...

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