Del Libro Malva / Diario de viaje (I)

AutorOlga Aguirre

Yo me pregunto: ¿cómo puede caber tanto en un espacio tan reducido como este cuaderno, hecho de hojas de árboles? Cabe todo Egipto.

Jesú, mi hermano franciscano, fue regando palabras como piedrecillas por los senderos de Egipto para que yo pudiera seguirlo sin extraviarme.

Fue el deslumbrante Nilo el que le dio la bienvenida.

"El Nilo, desafiando al desierto por siglos, robándole el espacio estéril y convirtiéndolo en vientre donde el milagro de la vida se vuelve verde. Verde que es pan y ajo. Verde que fue, que es, que será siempre un pedazo del paraíso". Fue su primera anotación.

Y allí comenzamos el viaje. El, con su mochila de viajero infatigable; yo, a lomos de su diario.

El Cairo, al que cruza el Nilo y se deja abrazar por él, fue una gran experiencia. Tiene un brillo que ni el "hamsin" -viento del desierto-, que envuelve en polvo a la gran ciudad, logra opacar por completo el verdor de los árboles ni el color de los edificios. Ciudad de contrastes, de folclor, de aromas y sabores y colores. El Cairo.

"En los jardines, aves de plumaje azul vibrante, pintados desde antiguo en papiros por manos conocedoras de la poesía de la naturaleza".

A su paso por los distintos sectores de la ciudad, el misionero se detiene para acariciar un árbol valiente y solitario que se yergue junto a la estación del Metro Ghan Ghamra.

En un vagón, capta su atención una mujer que repara de pronto en sus manos, y se ensimisma en la contemplación de esos instrumentos de trabajo y fuente incesante de caricias.

En otra ocasión le dice "malesh, malesh" (no te preocupes) a un chiquillo que solloza, frente a una ventanilla, por una pena que no fue posible conocer.

"El idioma, siempre la barrera del...

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