Karen Batres / La herida eterna

AutorKaren Batres

A propósito de la nota publicada en portada de EL NORTE este lunes, "Denuncian más abusos de curas en el Estado", pongamos los puntos sobre las íes, ya que parece que nadie involucrado quiere hacerlo.

Primero, la entrada de un chico de 15 años a un seminario es una aberración.

Un adolescente en la cúspide de su desarrollo psicosexual no puede optar por el celibato sin consecuencias emocionales, sobre todo si la opción del celibato se debe a un convencimiento férreo basado en avivar la culpa.

Habría que ver a qué edad los depredadores sacerdotales -que el año pasado fueron cuatro en Nuevo León, de acuerdo con la nota- comenzaron su proceso de adoctrinamiento.

Segundo, la ignorancia de las autoridades civiles acerca del daño causado por cualquier tipo de abuso sexual permite que sacerdotes que deben ser procesados sigan libres.

El hecho de que ya no pueden oficiar como sacerdotes ni tener contacto con menores no cambia el hecho de que estas personas presentan un riesgo para la sociedad. La pedofilia no se cura, sólo se controla cuando los responsables de proteger la sociedad hacen su chamba.

Tercero, veamos la realidad. El abuso sexual de niñas y niños tiene efectos de por vida. El daño psicológico puede expresarse en el síndrome de estrés postraumático, depresión, problemas conductuales como pelear en el colegio, no poder concentrarse en el trabajo escolar, y dificultades formando relaciones con otros y manteniéndolas.

Podemos agregar baja autoestima, la repetición de conducta sexual inapropiada porque los niños y niñas muy pequeñas(os) no procesan adecuadamente lo que les ha pasado a manos de un depredador. No cuentan con el desarrollo suficiente para asimilar o entender los actos perpetrados en su contra.

Como adultos, pueden desarrollar reacciones inapropiadas o extremas a situaciones de estrés.

El grado de herida en una familia es innombrable. Los depredadores tienden a acicalar a la familia, y en el caso de sacerdotes, cuentan con una entrada perfecta porque se basan en su espuria autoridad como intermediarios entre las personas y su deidad.

Un proceso dolorosísimo de duelo, aunado a la furia y una preocupación constante por el bienestar de la víctima, abate a la...

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