Karen Batres / Batalla

AutorKaren Batres

La política del Gobierno federal de Estados Unidos frente a la pandemia es evidente, pero nadie quiere decir en voz alta cuál es.

Igual que en Nuevo León, existe una ruptura entre lo que la sociedad necesita para sobrevivir económicamente, y lo que necesita para sobrevivir la pandemia.

Estados Unidos tiene un nivel de desempleo que no se ha visto desde la Gran Depresión. Es un hecho que sobrepasa cualquier consideración electoral: la gente necesita salir a trabajar.

La política estadounidense va en contra de lo que recomiendan sus propias autoridades en salud pública, mismas que se concentran únicamente en la enfermedad: cómo prevenirla y combatirla.

El Gobierno federal, y los estatales en mayor o menor medida, desean reactivar la economía a como dé lugar. Si para eso es necesario soltar al virus para que cumpla su ciclo de contagios y muertes a través de toda la sociedad, que así sea.

Las implicaciones son importantes.

La influenza de 1918 tuvo varios brotes de letalidad diversa y duró dos años y medio. No se sabe por qué terminó. Su fin, de acuerdo con epidemiológicos, se debió a mutaciones que produjeron un virus menos letal, ya que el virus más mortífero mató a los que lo pudieran haber transmitido.

También es cierto que hubo tratamientos un poco más efectivos para la neumonía que el virus causaba, pero el hecho es que la influenza corrió su trayecto de contagios a pesar de las medidas que la sociedad intentaba interponer.

Los brotes y su letalidad dependían de muchos factores, pero el más común y más importante fue la conducta humana.

Curiosamente, un estudio de este año (World Economic Forum) indica que las ciudades que impusieron, temprana y extensamente, medidas no médicas, como la cuarentena, no sufrieron mayores consecuencias económicas que las que iniciaron las medidas tarde, o que no las iniciaron.

No sabría uno cómo interpretar esta información en relación con la pandemia actual. La influenza de 1918 no afectó igual a todas las regiones y países, y no hay datos económicos firmes.

Pero sin duda, el nivel de desempleo en los lugares abrumados fue terrible, llegando casi al 40 por ciento de la población laboral en algunos lugares...

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