Juan Villoro / Videoterapia

AutorJuan Villoro

Hace unos meses escribí sobre un peculiar síntoma de nuestro tiempo: la infidelidad televisiva. Las series provocan la adicción que en el siglo 19 provocaba el folletín, con una diferencia: la lectura se ejerce en soledad mientras que la tele es (o debería ser) un entretenimiento compartido.

Las series se alargan hasta convertirse en una forma de la costumbre. Una vez cautivados por ese universo, difícilmente lo abandonamos. Aunque repudiemos las atrocidades y las incoherencias de la historia, salir de ahí antes de tiempo es como negar a tus sobrinos o no contestarle el teléfono a tu madre.

Si odias ese mundo es porque ya formas parte de él. Dejar sola a tu pareja en la tercera temporada equivale a decirle: "tenemos que hablar".

Más grave resulta ver episodios a escondidas. De poco sirve ocultar esa traición: tu pareja está equipada con un sexto sentido que le permite descubrir que ya viste ese episodio. Si no confiesas de inmediato, confesará tu cara.

Uno de los principales cambios traídos por la pandemia es que cuesta más trabajo ser infiel con la tele. Ahora los problemas son distintos.

En el encierro no nos pasan muchas cosas y ya es ofensivo que alguien pregunte: "¿cómo estuvo tu día?". Los sucesos están en otra parte, principalmente en la televisión en línea, según revelan las ganancias de las nuevas plataformas.

Hace unos días mi amigo Rafa llamó para decir: "Bobby necesita terapia". Pensé que se refería a su hijo, pero hablaba de Bobby Axelrod, protagonista de la serie "Billions", con el que extrañamente se identifica.

Rafa gana poco y si le dan cambio de más lo devuelve de inmediato; sin embargo, se identifica con el dinámico billonario que se enriqueció gracias a la caída de las Torres Gemelas, del mismo modo en que antes se encandiló con el extraordinario gánster de Nueva Jersey Tony Soprano (a tal grado que aprendió a preparar su pasta favorita); con el sucio y seductor demócrata Frank Underwood, y con Walter White, el científico que recibió un falso diagnóstico de muerte, preparó drogas para dejar dinero a su familia y trató de lavar cada error con otro en una cadena tan complicada como las de la química orgánica. Las series le han brindado a Rafa una peculiar pedagogía: admira a sátrapas sensacionales.

Cuando habló con intensidad del "pobre Bobby", entendí que quien necesitaba terapia era él. Se lo dije y extrañamente me tomó en serio. Más extraño aún fue lo que...

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