Juan Villoro / Este mensaje fue eliminado

AutorJuan Villoro

Por un momento pensé en dejar este espacio en blanco, sin más presencia que un círculo tachado, a semejanza de los mensajes vacíos que recibimos en WhatsApp. Pero como aún no estoy preparado para transitar por las inciertas aguas del arte conceptual, y probablemente el lector lo esté menos, me resigno a buscar contacto por escrito.

El naciente siglo 21 es una época sin filtros. Las redes sociales se han convertido en una irritada colmena agobiada por zumbidos donde hasta los robots dicen cosas irresponsables, los menores de edad abrazan el fascismo y los críticos de cine reciben amenazas de muerte por atreverse a cuestionar una película de dibujos animados. Lo único que mitiga esta avalancha de palabras desaforadas es que de inmediato es sustituida por otra avalancha de palabras.

En semejante contexto, sorprende recibir el siguiente chat en el teléfono: Este mensaje fue eliminado.

De pronto, en un ámbito en el que nadie parece arrepentirse de nada, alguien elimina lo que dijo. ¿Por qué lo hace? Optar por el silencio es insólito, pero más insólito es que eso se deba a una costumbre en desuso: la recapacitación. Las frases borradas son la sinceridad secreta de una era marcada por el linchamiento y el descaro.

Cuando escribimos en computadora, borramos cosas todo el tiempo sin que eso llame la atención. "Una frase es hoy, más que nunca, algo que puede ser borrado", escribe Alejandro Zambra en "Tema Libre", en referencia a la condición casi inmaterial de la escritura cibernética. Las líneas eléctricas que desfilan ante nuestros ojos tienen una cualidad evanescente.

André Breton imaginó al "pez soluble", que disuelve su existencia mientras nada. Algo parecido ocurre en la pantalla. Las letras pueden ser modificadas sin dejar rastro. Hoy en día hay que esforzarse mucho para que algo parezca un borrador. Si no imprimes el texto o lo guardas para conservarlo como antecedente, los cambios y las enmiendas desaparecen como las burbujas en las que se desvanece el pez soluble.

Los antecedentes de la frase que despliego en este renglón han desaparecido. ¿La escribí tres, cuatro, cinco veces? Poco importa: la computadora produce una cambiante versión definitiva.

En cierta forma, esto se ajusta bastante bien a los devaneos del carácter. Pensamos que las cosas son de un modo definido hasta que algo nos lleva a pensar que son de otro modo definido.

Los historiadores...

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