Juan Villoro / La intemperie

AutorJuan Villoro

El despido de Carmen Aristegui de MVS representa la pérdida de un espacio decisivo del periodismo mexicano. Ese trabajo, con reportajes de investigación, verificación de datos, corresponsales en provincia y el extranjero, requiere de un apoyo empresarial dispuesto a beneficiarse del alto rating de la conductora y la credibilidad de que goza en amplios sectores de la población.

Estamos ante un conflicto privado con amplias repercusiones sociales. Aunque parezca ilógico, MVS tiene derecho a despedir a su más exitosa periodista y a vulnerar las necesidades de la audiencia, pues no se trata de un servicio público, sino de una operación comercial.

Pero el asunto rebasa el marco laboral. Dos consecuencias destacan en el despido. La primera tiene que ver con la fragilidad, cada vez mayor, de la libertad de expresión en el País.

Aristegui -una de cuyas reporteras acaba de recibir el premio del PEN Club Internacional- dio seguimiento a escándalos de corrupción del Gobierno. Quitarle el micrófono genera un vacío en un país sin legalidad.

La segunda repercusión, más singular, tiene que ver con la inmediata asociación del caso con Peña Nieto: no hay desastre que no se le atribuya.

Ayotzinapa fue ejemplo de laboratorio acerca de cómo una ciudadanía descontenta responsabilizaba de las desapariciones al Presidente.

La frase "fue el Estado" aludía a diferentes mandos, pero sobre todo a él. Los hechos ocurrieron bajo los Gobiernos de un Alcalde y un Gobernador del PRD; sin embargo, la inoperancia para encontrar responsables y explicar lo ocurrido puso a Peña Nieto en la mira.

Poco afecto a recorrer el País sin logística controlada, tuvo que pasar ante manifestantes en Washington y Londres que lo llamaron "asesino". El desmesurado epíteto sugería que él había ordenado las desapariciones.

¿Cómo se erosionó la imagen presidencial al grado de tener que responder por todo lo malo? Una arraigada cultura piramidal, perfeccionada por 71 años de priismo, lleva a suponer que toda decisión viene "de arriba" y que las cosas se arreglan cambiando a un tlatoani por otro.

Más allá de esa concepción vertical del poder, más próxima a la teodicea que a la política, el propio Peña Nieto ha contribuido a su peculiar aislamiento.

No lo rodean ministros que tiendan puentes con la sociedad y resuelvan problemas parciales para que el estadista se concentre en lo esencial. El Gabinete no le sirve de escudo; es él quien parece brindar protección a los suyos.

Uno de sus hombres más...

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