Juan Villoro / Gramática del miedo

AutorJuan Villoro

El terrorismo borra las nociones militares de "frente" y "retaguardia"; carece de táctica visible; no se sabe si avanza o retrocede. Es más: no se sabe quién es el enemigo. Su única noticia es el horror inesperado.

Cada mañana los periódicos mexicanos anuncian los muertos de la jornada anterior. Para sobreponernos, relegamos el drama a una zona ajena: "los narcos se matan entre ellos". Esta negación es ya imposible. La violencia ha llegado al territorio de los inocentes.

El peligro es difuso: ¿quién ataca? Este espanto es seguido por otro: ¿quién defiende? Las recientes detenciones de secuestradores revelan la participación de mandos policiacos. El combate se está perdiendo, pero lo más dramático es que ni siquiera podemos establecer los bandos. Mientras el Poder Judicial no se depure, no habrá otra sensación que la impotencia.

Todos los sectores políticos han contribuido a esta incertidumbre. El crimen organizado sentó sus reales durante los gobiernos del PRI y el PAN ha sido incapaz de frenar la violencia. El PRD no ha ofrecido mejores resultados en los sitios donde ha gobernado.

La mayor responsabilidad compete -por razones obvias- al Ejecutivo. La inepta política del Presidente Calderón ha provocado una reordenación de los cárteles. El Ejército salió a las calles a simbolizar poderío y sólo consiguió agitar un avispero, incrementando las ejecuciones. Las redes de financiamiento y lavado de dinero del narco están intactas y no ha habido detenciones de altos cargos coludidos con el crimen organizado (el último fue Mario Villanueva, por iniciativa del gobierno de Zedillo).

El narco mueve el mismo dinero que el petróleo. Es obvio que ese circulante sólo puede llegar a su destino con complicidades oficiales. Sin embargo, los dos gobiernos de la alternancia han perdido la oportunidad de investigarse a sí mismos.

En respuesta al patrullaje del Ejército, las mafias reformularon su estrategia. Ricardo Ravelo ha documentado en la revista Proceso las "narcocumbres" que condujeron a una nueva repartición del territorio. Además, el crimen emprendió una progresiva difusión del terror. Los cadáveres configuran un discurso progresivamente escabroso en el que es posible distinguir "firmas": una banda deja "encajuelados", otra decapitados, otra "encobijados".

Las huellas de tortura y las mutilaciones integran un alfabeto, un estilo reconocible de aniquilación. El video de la autopsia del cantante Valentín Elizalde se puede ver en la red y es posible...

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