Juan Villoro / El futuro en llamas

AutorJuan Villoro

Jair Bolsonaro presume que ninguno de sus hijos tiene una novia negra. Además ha dicho que la pena de muerte es favorable porque los cadáveres no repiten su crimen, que la Diputada María del Rosario, del Partido del Trabajo, no merece ser violada por "fea", que la dictadura cometió el error de no matar a 30 mil personas más, que los homosexuales deben sus preferencias a las drogas (y algunos a un "defecto de fábrica").

Al votar por el impeachment a Rousseff, encarcelada durante tres años en tiempos de la dictadura, dijo que lo hacía en memoria de su torturador, el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra. Para demostrar que "va en serio", hace el ademán de disparar con una ametralladora.

¿Cómo explicar que los Gobiernos del PT, que sacaron a casi 30 millones de brasileños de la pobreza, hayan sido relevados por un Gobierno neofascista? El espléndido documental de Petra Costa, "Al Filo de la Democracia" (disponible en Netflix), se ocupa de esta paradoja.

Costa tiene la edad de la democracia brasileña y su familia es tan contradictoria como su país; una rama pertenece a la alta burguesía y sus padres fueron guerrilleros y activistas clandestinos (ella debe su nombre a Pedro, militante asesinado). Gracias a estos contactos tuvo un insólito acceso a Lula, Dilma y sus adversarios.

A principios de los 60, Brasilia surgió como un elegante sueño de la razón, la capital de un país que se glorificaba a sí mismo. Los problemas de la nación eran mayúsculos, pero también lo eran sus recursos.

El obrero metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva encabezó las ilusiones democráticas de la izquierda a partir de 1986, cuando fue electo Diputado. El PT lo postuló varias veces a la Presidencia. En forma paulatina, matizó su discurso; de la confrontación con los empresarios pasó a la conciliación. Finalmente, en 2003 llegó al poder y ocupó dos mandatos. El carismático Obama lo consideró el Presidente más querido del mundo y salió de la casa de Gobierno con 80 por ciento de aprobación.

Para impedir una ruptura, Lula mantuvo los usos de la economía brasileña, nunca muy limpios, plagados de tráfico de influencias y cobro discrecional de comisiones.

Dilma continuó esa política en una correlación de fuerzas más desfavorable, pues dependía de una alianza con el Vicepresidente Michel Temer y su partido. Cuando trató de eliminar los exagerados privilegios del sistema financiero, Temer promovió un juicio político...

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