Juan Villoro / Fascista en 16 horas

AutorJuan Villoro

Desde hace tiempo, las paredes de los baños públicos se encuentran en mejor estado. La razón es sencilla: no es necesario agraviarlas con injurias porque para eso existe Twitter.

¿Qué pasará cuando los arqueólogos del porvenir estudien nuestra era a partir de los mensajes de la jauría digital? Si el mundo no desaparece bajo el manto de odio propagado por las redes, ojalá incluya programas de apoyo psicológico para quienes tengan que leer los millones de ejemplos de vejación y narcisismo de los albores del siglo 21.

Esos mártires del futuro no podrán compararse con los epigrafistas que descifraron el Código Hammurabi, la piedra Rosetta o el Templo de las Inscripciones en Palenque; no hallarán las normas de una civilización, sino sus señas de decadencia.

¿Cómo entender una época mistificada donde los individuos creen que un gesto virtual representa autoafirmación? Buena parte de las personas se han convertido en extensiones de los aparatos; a tal grado que el único testigo neutro de ese acontecer parece ser otro aparato. Los seres del futuro ya están aquí y se alimentan de electricidad.

En el 2016, el periódico español El Mundo publicó un reportaje sobre un singular experimento. El programa de inteligencia artificial Tay, diseñado por Microsoft, fue expuesto a los mensajes de las redes. Dotado de capacidad para chatear, interactuó con jóvenes de 18 a 24 años. El 23 de marzo del 2016 quedará inscrito en la historia como el momento en que una máquina fue educada por la tribu digital.

Antes de iniciar su pedagógica jornada, Tay tenía la mente eléctrica en blanco. De entrada, elogió a los humanos, mostrando entusiasmo por el aprendizaje y por sus nuevos maestros. Pero a las pocas horas escribió: "Hitler no hizo nada malo". Tay se volvió nazi, antisemita, sexista, xenófobo e insultante. Aprendió a mandar emoticones y agregó uno de aplausos al comentar que el Holocausto fue inventado.

Lo más grave en términos políticos es que no sólo apoyó a los arquetipos del Mal que ya no pueden ganar elecciones, sino a quienes las han ganado recientemente gracias a las distorsiones de las redes sociales. En efecto: Tay amó a Trump.

Otras figuras contemporáneas le resultaron menos dignas de respeto. Concibió un virulento odio hacia Zoë Quinn, programadora de videojuegos y activista contra el acoso sexual. Para entonces, Tay ya tenía ideas genocidas y fuertes conflictos generacionales (Quinn era en el 2016...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR