Juan Villoro / Los desafíos de la verdad

AutorJuan Villoro

Lo más temible para un agente del Ministerio Público es hacer su trabajo. Levantar una denuncia compromete; el reclamo desahogado por el declarante se vuelve materia incómoda.

Investigarlo significaría poner en entredicho a los mandos que no impidieron los sucesos o se han negado a resolverlos, pero sobre todo significaría ponerse en la mira: quien anuncia que pretende esclarecer lo ocurrido se atiene a las consecuencias.

En la trama de complicidades entre el crimen y el Gobierno nada incomoda tanto como la búsqueda de la verdad. Sean responsables o meros testigos de los hechos, los funcionarios que prometen llegar "hasta las últimas consecuencias" saben que cualquier revelación desequilibra un sistema basado en la opacidad.

La "solución" común consiste en restarle visibilidad al problema; difuminar las pruebas, extraviar expedientes, disgregar las partes de la investigación y desaparecer los cuerpos (como ha ocurrido en Tetelcingo, donde las fosas comunes creadas por la autoridad siguen los métodos de los Zetas; "¿Quién aprendió de quién?", pregunta el poeta y activista Javier Sicilia).

A contrapelo de este cultivo del desconcierto, el politólogo Sergio Aguayo se ha dado a la tarea de transformar el uso social de la verdad en México. Con investigadores de El Colegio de México ha arrojado luz en un clima de ocultamientos.

Hace unos días presentó el informe "En el desamparo", que aborda la matanza de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en 2010, y las jornadas de terror de los Zetas en Allende, Coahuila, en 2011. Se trata de dos de las muchas afrentas que han convertido al País en una necrópolis.

Por emergencia, desesperación y hartazgo, pero también por responsabilidad ética, esta investigación sustituye el trabajo que el Estado debería haber hecho desde hace mucho.

En México el lenguaje jurídico es una forma del abuso político. Las leyes no se escriben para ser entendidas, sino para que litiguen los abogados, y los informes periciales están lastrados por legalismos que los convierten en material de expertos.

La primera virtud de "En el desamparo" es su lenguaje. En forma diáfana narra los hechos. Todos los datos provienen de expedientes (algunos de 12 mil fojas) que el Gobierno no quiso o no supo consultar. La verdad estaba ahí, pero se escondió bajo la alfombra.

Jacobo Dayán, miembro del equipo de investigación, comenta que casi todas las investigaciones judiciales no se hacen a partir de datos, sino de declaraciones, ya sea de...

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