Juan Villoro / Crónica de un milagro

AutorJuan Villoro

Los milagros no tienen explicación. Por eso mismo existen dos irrenunciables ramas del conocimiento: la teología y la crónica deportiva.

Para el Planeta Futbol, el miércoles 8 de marzo del 2017 será recordado como el día en que el Barça logró la proeza de imponerse 6-1 al Paris Saint Germain después de haber perdido 4-0 en el Parque de los Príncipes.

Nunca la Champions había visto una remontada similar. Como esto carece de lógica, vale la pena analizarlo.

Nada tan misterioso como la pasión histórica que rodea a un equipo. En la jurisprudencia y en las canchas, Francia ha propuesto ilusiones en las que no siempre participa.

No es éste el sitio para valorar en qué medida ha defendido los Derechos del Hombre, promulgados en 1789. Concentrémonos en otra idea francesa concebida por Jules Rimet: la Copa del Mundo.

Aunque ha tenido un artillero como Just Fontaine y un virtuoso capaz de sortear rivales en el campo y las oficinas de la FIFA -Michel Platini- Francia no pertenece a la élite del futbol. Su selección ganó la Eurocopa en 1984 y 2000, y el Mundial en 1998, pero la felicidad de los franceses nunca ha dependido de los goles.

Quizá la cuestión esté mal planteada: varios sondeos de la ONU califican a Francia como el país más triste del mundo, lo cual no parece ser una desgracia, sino una elección.

En la elegante patria del existencialismo y la novela "Bonjour Tristesse", el desencanto puede ser una condición elegida. Reformulemos la frase: el futbol no ha encontrado la manera de deprimir satisfactoriamente a los franceses.

Cuando Brasil, Argentina, Italia y Alemania saltan a la cancha, lo que está en juego no es un deporte, sino un desafío nacional. El caso español es peculiar: la Furia (o la Roja) atrae menos que los equipos. Nunca el Camp Nou arderá en nombre de la selección como lo hizo el miércoles 8, demostrando que el Barça es "más que un club".

El PSG jugó a conservar el marcador, el Barcelona a modificar la rotación de la Tierra. No hay clave racional para la enjundia ni para explicar la influencia de los gritos en la destreza de los héroes. Lo cierto es que la gent blaugrana jugó un partido aun superior al de los astros.

Para perfeccionar la tensión, Messi estuvo bajo de forma: sólo fue un magnífico jugador, ajeno a lo sobrenatural. El miércoles de milagro requería de otro protagonista, tan incierto como los caprichos de Fortuna. Neymar fue el gigante de la hora.

Con...

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