Josefina Leroux / 'Selfies'

AutorJosefina Leroux

En medio del maremágnum de datos en el espacio cibernético, se multiplican, como si se tratara de una epidemia, las fotos de personas tomadas por sí mismas.

Estas fotos se conocen como "selfies", que es básicamente sinónimo de autorretrato, y refieren al "self", término psicológico que significa la representación de la propia identidad, el Yo.

Se suman a éstas nuevas modalidades, como las "braggies" (de "brag", que en inglés significa presumir), imágenes caracterizadas por la intención de provocar envidia o admiración, así como las fotos de los hijos de políticos para mostrarle al mundo su bonanza.

No se trata este artículo de criticar el uso de internet, sino de concienciar lo que este avance en la tecnología ha descubierto de las familias, las parejas, los lados oscuros o vacíos de las personas.

El cibernético es el primer espacio público idóneo para satisfacer necesidades de reconocimiento y pertenencia. Necesidad humana de todos, pero imperiosa en aquellos que han carecido de ellas en su historia personal.

Es una de las razones por las que la vida privada se ha convertido en un espectáculo en las redes sociales. La intimidad, recreada antes sólo por literatos o artistas, ahora se exhibe con todo su realismo y sin el menor recato, como en un duelo de egos, 24/7, para el mundo.

Cada computadora es un reflector que muchos usuarios habían necesitado para poder ser y pertenecer, para darse a conocer.

No sólo es de celebrar la ganancia de espacios públicos, también la posibilidad, por vez primera en la historia de la humanidad, de poder conectarse con un sinnúmero de gente, inclusive personajes.

Basta asumirse como un seguidor, dar "click" o "like" en sus blogs o en sus Facebooks, y se pueden recibir respuestas directas de ídolos, antes inalcanzables.

Abundan las críticas de su uso generalizado, incluso en reuniones familiares, por ejemplo. Cómo es posible, se preguntan inconscientes del trasfondo. Es una copia de costumbres gringas, dicen de manera superficial. Pero, ¿qué sucedía anteriormente?

Tal vez el silencio era lo que imperaba en esas familias. No había tema qué compartir porque cualquiera suscitaba un problema.

En las comidas nadie podía hablar -escucho frecuentemente el recuerdo de estampas hogareñas-, era la hora de sermonear...

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