Josefina Leroux / Indicadores de evolución

AutorJosefina Leroux

Será registrado como dato que cambió la historia en la evolución humana el empoderamiento de las mujeres que, ante el acoso o violación, se atrevieron a hacer públicas sus denuncias y a nombrar a sus victimarios.

Para muchos sigue siendo un signo más de histeria colectiva, esa que Freud dijo que era producto de un trauma de castración que permanecía inconsciente que dio origen al psicoanálisis.

En el siglo 19, una de cada cuatro mujeres eran diagnosticadas de histeria ante casi cualquier dolencia. El tratamiento consistía en manipular, duchar, masajear la vulva y la vagina para provocar un orgasmo el cual conocían como "paroxismo histérico". Desde el siglo 2, Galeno afirmaba que la histeria era una enfermedad causada por privación sexual en las mujeres.

Todavía en la era digital, se escucha decir que una mujer de mal carácter necesita un buen "agarrón". Una proyección masculina de cómo viven ellos el erotismo y lo que les provoca la ausencia de una vagina.

Es ahí cuando empieza el maltrato, en la incomprensión de la sexualidad femenina. Lo que necesita una mujer es amor-pasión, no un falo ni revolcones.

Pero ante la que parece una incapacidad masculina de amar, se educa a la mujer para satisfacer al macho. Se castra su feminidad cuando se le domestica y se condiciona para hacer algo en aras de ser vista, elegida y deseada.

Es violencia social no hacerla consciente sobre el deseo masculino descarnado y luego culparla de seducción y provocación. Con qué otras armas entonces se enfrentan las mujeres a un mundo masculino que invisibiliza a las mujeres como no sean revolcables.

Por eso es de aplaudirse -y un indicador evolutivo femenino- el que se atrevan a denunciarles aunque desde el machismo internalizado de otras se les llame puritanas. ¿Deben acaso aceptar el pacto inconsciente de intercambio de sexo como moneda de cambio para ser aceptadas como liberales?

En todo caso, habría que dar crédito a las acusaciones y estudiar el caso antes de la trivialización de la violencia, como fue el reciente caso de la violinista Silvia Crastan, quien acusó al director de orquesta Enrique Bátiz Campbell de haberla violado en 1996 en Zurich.

En aquel entonces lo denunció ante la Embajada mexicana en esa ciudad y no tuvo consecuencias.

"Al contrario", cuenta ella, "al Embajador mexicano en Suiza, amigo de Bátiz, le pareció algo cool y divertido".

Ahora que publica la denuncia, se considera un problema personal. No, señores, el problema del acoso sexual es el...

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