José Woldenberg / La negociación

AutorJosé Woldenberg

Tiene mala fama pública, pero resulta imprescindible. Hay quien la considera sinónimo de transa, pero es una herramienta fundamental del quehacer político. La negociación política es necesaria, insustituible, pero se encuentra envuelta en un halo que no la favorece.

Durante largas décadas, un solo partido político ocupó prácticamente todos los espacios de representación. Por supuesto, esa fuerza no requería negociar -casi nada- con quienes se encontraban por fuera de la coalición gobernante. Su hegemonía era tal que a sus flancos sólo aparecían opciones más bien testimoniales o, si se quiere, en construcción. No obstante, en el interior de esa constelación de fuerzas, agrupaciones e individuos la negociación era permanente, intensa, natural, pero opaca. Poca visibilidad pública, pero intercambios que no cesaban. Escasa transparencia, pero mucho forcejeo interno.

Quizá la opacidad de aquellas negociaciones y arreglos y quizá también los infrecuentes acuerdos entre instancias gubernamentales y algunas organizaciones o movimientos independientes, que por necesidad eran producto de negociaciones asimétricas, construyeron la mala fama de la negociación. Ceder, conceder, hacerse cargo de los argumentos del otro se convirtieron en sinónimo de traición, entreguismo, falta de carácter, oportunismo.

Sin embargo, a lo largo del tortuoso y productivo proceso de construcción de la democracia en nuestro país, las negociaciones fueron claves y estratégicas para modificar normas e instituciones, usos y costumbres. En 1989-90, 93, 94 y sobre todo 96, las negociaciones entre fuerzas políticas diferentes mostraron todas sus potencialidades. Los intercambios de diagnósticos y propuestas asumidos por dos o más partidos fueron capaces de edificar novedades institucionales y normativas que al paso de los años modificaron de manera radical el espacio de la convivencia y la competencia de la diversidad política.

Hoy, la coexistencia de la pluralidad en las instituciones del Estado hace de la negociación política entre formaciones distintas y claramente diferenciadas una necesidad, no un lujo; una imposición de la realidad y no un asunto sujeto al talante de los operadores políticos. Se está obligado a negociar, se quiera o no. La necesidad es el acicate y la virtud importa poco. Por si hubiese necesidad de ejemplificar basta voltear hoy los ojos hacia el debate y el estira y afloja del presupuesto de egresos de la Federación en la Cámara de Diputados. Expresión...

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