José Woldenberg / La hora electoral

AutorJosé Woldenberg

No hay plazo que no se cumpla. Y en efecto, este domingo serán las esperadas, tensas y vilipendiadas elecciones. Luego de unas larguísimas campañas desarrolladas en un clima de libertad, de una espiral de descalificaciones mutuas donde no faltaron diagnósticos y planteamientos, millones de ciudadanos saldremos a votar por el nuevo Presidente de la República y el Congreso de la Unión. Además, en nueve estados se elegirán ayuntamientos, congresos locales y en tres, gobernadores. Y en el Distrito Federal, Jefe de Gobierno, jefes delegacionales y Asamblea Legislativa.

México ha logrado asentar el método por excelencia que permite a la diversidad política convivir y competir de manera institucional, pacífica y ordenada, y a los ciudadanos optar entre distintas plataformas políticas y personas. Se escribe fácil, pero fue una construcción que demandó la concurrencia de gobiernos y oposiciones, de funcionarios y ciudadanos y que tomó casi 20 años para hacerse realidad.

Los haberes no son pocos: un sistema de partidos plural, con arraigo, a través del cual se expresan la diversidad de pulsiones que coexisten en nuestra sociedad; candidatos que logran atraer adhesiones y repulsas millonarias producto de lo que representan o lo que la gente imagina que representan; instituciones electorales que garantizan que será la voluntad popular -y sólo esa voluntad- la que defina a los ganadores y perdedores; una ciudadanía que sabe que su voto cuenta y se cuenta y que lo utiliza para premiar o castigar a gobiernos, partidos y candidatos; la explotación cotidiana de un clima de libertades y el ejercicio de los derechos políticos básicos; el seguimiento más o menos equilibrado en los medios de comunicación de las distintas campañas; la coexistencia de la diversidad política en el espacio público; instrumentos electorales sofisticados (desde el padrón hasta el Programa de Resultados Electorales Preliminares, desde las boletas infalsificables hasta la tinta indeleble) que garantizan comicios transparentes; el despliegue de decenas de organizaciones de observadores electorales que buscan contribuir a la limpieza de los comicios; la existencia de una vía jurisdiccional probada para dirimir cualquier conflicto entre los partidos o entre alguno de ellos y la autoridad administrativa electoral; la participación organizada de cientos de miles de ciudadanos como funcionarios de casilla, lo que hace de las elecciones un evento cívico estratégico y espectacular sostenido...

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