Jorge Volpi / Correcto e incorrecto

AutorJorge Volpi

De un lado, quienes piensan que se trata de un bozal o una camisa de fuerza; del otro, quienes lo asumen como una brida o un arnés imprescindible.

Como todos los grandes problemas de nuestro tiempo, el debate en torno al lenguaje políticamente correcto presenta un dilema clásico entre dos valores enfrentados: la libertad de expresión y la necesidad de frenar la discriminación sufrida por numerosas comunidades e individuos a través del lenguaje.

Protagonizan el enfrentamiento los extremistas y fanáticos de ambos bandos: aquí, los talibanes de la libertad de expresión, liberales, libertarios y la derecha conservadora, quienes la consideran una suerte de verdad revelada; allá, los redentores de izquierda que aspiran a renombrar todas las cosas, a retorcer el lenguaje hasta sus límites con tal de eliminar de su seno hasta la menor sombra de injusticia.

Las dos pandillas propugnan extremos que se tocan: dejar que cada quien diga lo primero que se le antoje sin que nadie pueda incomodarlo, o incluso hacerlo sólo para incomodar y ganar unos aplausos -es lo que hace Trump-, o inventar un nuevo idioma, derivado del español, construido en un laboratorio al arbitrio de unos cuantos.

Algo hay de autoritario en estas dos visiones: la de impronta neoliberal, que aspira a que nadie perturbe el sacrosanto mercado, perdón, la sagrada lengua española, y la de estilo comunista, que aspira a un "Newspeak" impuesto desde las alturas.

¿Aciertan los críticos del lenguaje políticamente correcto al decir que se puede destrozar la gramática sin que ello cambie la realidad, o sus defensores, quienes piensan que el retorcimiento de la lengua es un sacrificio necesario para que la lengua contribuya a cambiarla?

El lenguaje es performativo: sin duda tiene efectos en la realidad. De ahí que cambiar el lenguaje signifique cambiar el mundo (o empezar a hacerlo). Pero ¿quién debe dictar esos cambios y cómo serán adoptados (o no) por los hablantes?

Como cualquier creación cultural, la lengua refleja la desigual repartición del poder en el seno de las comunidades que la han hablado. El español tiene inevitables sesgos sexistas, machistas, homofóbicos, eurocéntricos, patriarcales y discriminatorios hacia todo aquello que, en un momento u otro, no se consideró normal. Y estos elementos no se hallan sólo en ciertas palabras o...

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