Jorge Ramos / Cómo Chávez escogió al nuevo Papa

AutorJorge Ramos

Por esas extrañas cosas de la vida, yo estaba en el Río Ganges, en la India, mientras el Gobierno de Venezuela hacía planes para embalsamar a su caudillo, Hugo Chávez. El contraste no podía ser mayor: en la India entendían que el cuerpo no es lo importante, mientras que en Venezuela pretendían que el cadáver de Chávez fuera preservado para la eternidad (y, de paso, para tratar de ganar las elecciones presidenciales del 14 de abril).

Las ceremonias de cremación en el Ganges son impresionantes. Vi dos. Son pocas las familias hindúes que pueden darse el lujo de pagar unos 200 dólares y llevar el cuerpo de su familiar a la ciudad de Varanasi para la cremación en menos de 24 horas, como dice la tradición. El cadáver es incinerado con unos 300 kilos de madera seca; los hombres boca arriba y las mujeres boca abajo. Al final del proceso, las cenizas y los huesos son tirados al río. Aunque a mí me tocó ver cómo una vaca (sagrada) se comía alegremente los restos grisáceos y calientes de un recién cremado.

No hay lágrimas (consideradas como un contaminante de la ceremonia religiosa) porque existe la convicción de que el muerto reencarnará en una vida mejor o que, finalmente, se irá a la felicidad permanente del nirvana. Para los hindúes la vida y la muerte es como el Ganges, siempre fluyendo, siempre en movimiento, es un ciclo que no se detiene.

Para los chavistas, en cambio, la muerte de su líder fue el fin del mundo. Eso es lo que pasa con los dictadores y los caudillos; se sienten indispensables y, cuando faltan, sus seguidores no saben qué hacer. Así que a los chavistas se les ocurrió la más infantil e inverosímil idea: no dejemos morir a Chávez, embalsamemos su cuerpo, hagámoslo eterno y, al mismo tiempo, que nos ayude a mantener el poder (usando su imagen, sin parar, para las próximas votaciones).

Pero hasta los embalsamados se hacen chiquitos. Lenin, en la Plaza Roja de Moscú, me pareció del tamaño de un niño. Y Chávez, embalsamado o no, se iría haciendo chiquito también, física y simbólicamente. Esos gritos de "vivirás para siempre" sólo se dan en los funerales. Luego, los gritos desaparecen y hasta los personajes más trascendentales de la historia recobran su dimensión humana. Ahí están Lincoln y Gandhi de ejemplo, dibujados en toda su fragilidad por Hollywood.

La idea de embalsamar a Chávez y convertirlo en show mediático y electoral chocó, seguramente, con los deseos de algunos miembros de su propia familia y de su círculo más cercano. Así...

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