Jorge Ramos Ávalos / El país más feliz

AutorJorge Ramos Ávalos

No falla. Cuando le pregunto a la gente cuál es el país más feliz del mundo, casi siempre me responden: "El mío". Pero luego sigue una letanía de quejas y problemas.

Técnicamente, uno de los países más felices del mundo es Dinamarca. Fue el número 1 en el 2016 y el número 2 en este 2017, según un estudio publicado por Naciones Unidas. Y éstas son las notas de mi última visita hace unos meses.

No vi a los daneses bailando en la calle ni riéndose a carcajadas. Tampoco se abrazaban ni se besaban mucho. El cielo gris y la lluvia fría no fomentaban un ambiente de fiesta. Pero sí había muchas señales de que vivían bien.

Empecemos por las bicicletas. Cuando un país cuida a sus ciclistas más que a sus autos -con vías perfectamente protegidas y señalizadas como las que vi en Copenhague- es que tiene bien amueblada la cabeza. De entrada te dice que cuida el medio ambiente y la salud de sus habitantes.

Ser uno de los países más bicicleteros del mundo tiene sus ventajas. Hay un claro sentido de igualdad. Existe una especie de meritocracia; va más rápido quien tiene las mejores piernas y hace más esfuerzo, no el que compró la bicicleta más cara. Y las dejan fuera de los lugares públicos sin candado.

Los daneses trabajan duro para ser parejos. Casi la mitad de su Parlamento está compuesto por mujeres y hay una especie de orgullo nacional en el hecho de que a veces a los nietos de la Reina Margarita II los llevan en bicicleta a una escuela pública, sin niñeras ni guardaespaldas.

En este país no está bien visto llamar la atención. Y aunque también hay políticos antiinmigrantes y de ultraderecha, la sencillez y la prudencia suelen vencer a los vulgares y estridentes. El sentido de comunidad triunfa sobre los personalismos.

El país que nos dio los juguetes Lego y que pone todos los productos del planeta en sus contenedores marítimos sabe diseñar estructuras. Los daneses se cuidan desde que nacen hasta que se mueren. Y el sistema funciona. Son generosos con sus vacaciones, salen temprano del trabajo, son puntuales en sus citas -¿acaso tu tiempo es más valioso que el mío?- y luego de dar a luz, la madre -y el padre- pasan hasta un año con su bebé.

Y a los fumadores los encierran. Literalmente. En el aeropuerto de Copenhague vi jaulas de vidrio, como en zoológico, donde uno puede ver cómo se ahogan los fumadores. Es, sospecho, una...

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