Jorge Ramos Ávalos / Odio en Orlando

AutorJorge Ramos Ávalos

ORLANDO, Florida.- "I love you", decía el mensaje de texto. La mamá me enseñó su celular donde aparecía el mensaje de su hijo a las 2:07 de la mañana. Y después nada. Esa pantalla, fría y rallada, era lo único que le quedaba de su hijo. La mujer no pudo decirme más y se fue llorando. No sabía si su hijo había muerto o estaba herido. Me quedé inmóvil mientras la vi irse. (Luego, por la televisión, me enteraría que su hijo fue uno de los 49 muertos en el centro nocturno Pulse).

A las afueras de un centro comunitario en Orlando, donde se estaban reuniendo los familiares de las víctimas, me encontré a un hombre mexicano que acababa de llegar de Chicago para identificar el cadáver de su hijo. Salió a buscar unos lentes oscuros de su auto. Tenía los ojos rojos, reventados de tanto llorar.

Una tía de Puerto Rico buscaba infructuosamente una foto de su sobrino en el celular para enseñármela. Pero ya lo había perdido dos veces; en su teléfono y en la discoteca.

Cuando llegué al hotel la noche del domingo -el mismo de la masacre- no podía sacarme de la cabeza a la madre del texto, al padre de Chicago, a la tía que buscaba un poquito de esperanza en su celular. Ésas eran las caras de la tristeza más infinita. Y luego pensé: pude haber sido yo o mis vecinos o mis amigos.

Ése es el horror del terrorismo; que nos puede pasar a cualquiera en cualquier momento. Si el pistolero hubiera decidido viajar dos horas al sur, hacia Miami, en lugar de manejar dos horas al norte, hacia Orlando, la tragedia habría sido cerca de casa.

Como periodista, sigo tratando de entender lo que pasó en Orlando para luego explicarlo en la televisión, en mis columnas, Twitter y Facebook. Pero es complicado.

La masacre de Orlando -la peor en la historia de Estados Unidos realizada con un tiroteo- no puede explicarse tan sólo como un acto terrorista. Ni simplemente como un ataque homofóbico. Ni tampoco como un problema por el fácil acceso a las armas de fuego. Ni como un asunto de salud mental. Ni como un agravio a la comunidad latina. Ni como un acto individual de un joven ególatra, trastornado y estúpido. No, lo de Orlando es todo esto junto y más.

Es, sin duda, un acto de odio, como lo describió el Presidente Barack Obama. Pero el problema en Estados Unidos es que los que están llenos de odio pueden comprar un arma de guerra en sólo...

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